Agueda, ejemplo y virtud de juventud.

Stefano Maria Legnani, c. 1680–1715

Cada 5 de febrero se celebra en numerosos lugares de España la festividad de Santa Águeda de Catania.

Santa Águeda, poseía todo lo que una joven suele desear: Una familia  distinguida y una belleza extraordinaria unida a su excepcional juventud. Pero atesoraba mucho más; toda su fe en Jesucristo. Así lo demostró cuando el Senador Quintianus se aprovechó de la persecución del emperador Decio  (250-253) contra los cristianos para intentar poseerla. Las propuestas del senador fueron resueltamente rechazadas por la joven virgen, que ya se había comprometido con otro esposo: Jesucristo.

Quintianus no se dio por vencido y la envió a un lupanar (burdel) regentedo por una mujer llamada Afrodisia y la entregó a esta mujer malvada, con la idea de que le enseñara y la sedujera con las tentaciones del mundo, donde milagrosamente la santa logró conservar su virginidad. Las malas artes del senador y de la mala mujer y sus malas artes, se vieron fustigadas por la virtud y la fidelidad a Cristo que demostró Santa Águeda.

Quintianus entonces, poseído por la ira, torturó a la joven virgen cruelmente, hasta llegar a ordenar que le corten los senos. Es famosa la respuesta de Santa Águeda: “Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?”.

La santa fue consolada con una visión de San Pedro quién, milagrosamente, la sanó. Pero las torturas continuaron y al fin fue meritoria de la palma del martirio, siendo echada sobre carbones encendidos en Catania, Sicilia (Italia).

Según la tradición, en una erupción del volcán Etna, ocurrida un año después del martirio de Santa Águeda  (c.250), la lava se detuvo milagrosamente al pedir los pobladores del área la intercesión de la santa mártir. Por eso la ciudad de Catania la tiene como patrona y las regiones aledañas al Etna la invocan como patrona y protectora contra fuego, rayos y volcanes.

La iconografía de Santa Águeda suele presentar la palma, victoria del martirio, y algún símbolo o gesto que recuerde las torturas que padeció.

Tanto Catania como Palermo reclaman el honor de ser la cuna de Santa Águeda. En algunos lugares, el “pan de Santa Águeda” y agua son bendecidos durante la misa de su fiesta.

 

La Tradición de los “QUINTOS”

En España se llamaba quintos, a los jóvenes que al cumplir la mayoría de edad, se iban a hacer el servicio militar. El nombre proviene de la contribución de sangre u obligación de dicho servicio militar que Juan II de Castilla en los años 1406 a 1545 impuso durante su reinado, según la cual uno de cada cinco varones debía servir en el ejército, disposición que también Felipe V retomó en 1705.

Si bien laquintos fiesta comienza ya de víspera, la fiesta de Santa Águeda presenta un gran arraigo en casi todos los pueblos y villas de España, celebrando desde antaño la festividad de Santa Águeda por la relación que unió a la fecha y juventud de la santa, con la realización del deber para con la patria.

La costumbre de los quintos hunde sus raíces en el siglo XV y XVII y como ya hemos contado,  representaba la obligatoriedad de realizar instrucción al servicio del ejército español para todos los varones que cumplían 18 años. Dicha obligatoriedad se ha mantenido hasta el año 2001 cuando éste servicio pasa a ser voluntario y retribuido.

En la última etapa para la selección de los mozos, se hacía un sorteo de manera que uno de cada cinco jóvenes válidos para el servicio de armas era incorporado a filas y mediante este sorteo, los quintos recibían uno u otro destino militar.

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D. Justo García Turza, publicaba en una Editorial de Pueblo de Dios de hace años, éste artículo con el título SANTA AGUEDA, LA FE HECHA VIDA:

Es la patrona de los quintos, al menos en nuestro entorno. Y poco más sabe nuestra gente de La Rioja de esta santa, famosísima en su tiempo, y una de las pocas mujeres mártires que figuran en el Canon romano.

Para conocimiento de los chicos y chicas en edad de “servir a la Patria”, como antes se llamaba al servicio militar, ofrecemos un breve apunte de esta joven siciliana que lo tenía todo, una gran belleza, una familia rica y distinguida, y que lo entregó todo por ser consecuente con su fe cristiana: entregó la vida por el nombre de Jesús.

Nos encontramos por los años 249-251. Decio, emperador romano, montó el gran número de su vida persiguiendo a los cristianos. Y sucedió lo que suele suceder a río revuelto, que siempre hay quien abusa lo que puede. Y así, un senador, de nombre Quintiano, se aprovechó de la ocasión, y con el pretexto absurdo de que Águeda era cristiana, quiso sobrepasarse con ella. Esta, valiente y tenaz, no se dejó: “Yo ya pertenezco a otra persona que se llama Jesucristo”.

Aún hizo otros intentos el tal Quintiano, pero no consiguió nada. Águeda se mantuvo fuerte y consecuente con su fe, fiel a Cristo. Le cortaron los pechos, y de las heridas consiguió sanar por intercesión de san Pedro al que se encomendó. Continuaron torturándola hasta arrojarla en un montón de carbones encendidos, hasta que falleció literalmente abrasada. Esto ocurrió en Catania, Sicilia.

Hay una tradición muy bonita relacionada con santa Águeda y la erupción del volcán Etna, en el año 250, un año después del martirio de santa Águeda. La lava se detuvo a las puertas de las murallas de Catania, por intercesión de la santa, y desde entonces esta ciudad italiana la tiene por patrona. Desde entonces también, el pueblo la ha tenido por especial protectora ante los volcanes, los fuegos y las tormentas.

En Roma, hay una iglesia dedicada a esta santa siciliana, en cuyo altar mayor se puede contemplar una impresionante pintura de su martirio.

Invitamos desde aquí a nuestros jóvenes, los quintos y quintas de La Rioja, a que no se limiten el día 5 a merendar en honor de la santa, cosa que está muy bien, sino a que caigan en la cuenta que tienen una patrona y un modelo de lo que es la fe llevada hasta las últimas consecuencias. No valen las medias tintas, como cantaba aquel chaval en un campamento: “Corazones partidos yo no los quiero; si doy el mío, lo doy entero”. Como santa Águeda.

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