Nuestra Señora de los Dolores

Hoy 18 de marzo de 2016, Viernes de Dolor, Procesión de la Virgen Nuestra Señora de los Dolores a las 19.30 horas.

Virgen de los Dolores

Historia de la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores

La devoción a la Virgen de los Dolores  en  la  parroquia  de Santiago el Real viene de antiguo. Se tienen noticias de que a mediados del siglo pasado (Siglo XIX), se celebraban solemnes cultos en su honor, cultos que culminaban en una solemne novena que terminaba el día de su fiesta, Viernes de Dolores, y a su final se hacía una procesión con su imagen por las calles del quiñón de la parroquia.

Para  éstas  solemnes  novenas  venían  ilustres  y  elocuentes oradores. En 1.892 fueron varios, siendo uno de ellos el Sr. Abad de la Colegiata de La Redonda. En 1.927 fue el R.P. Dimas Gómez del Corazón de María de la residencia de Jaén, y en 1.930 lo fue nuestro paisano el R. P.  Antonio Rubio,  superior  de  los  PP.Agustinos Recoletos de San Sebastián.

Vayan éstas muestras para comprender la importancia que se le daba a ésta novena que era muy esperada por nuestros antepasados que abarrotaban la amplia nave de la iglesia de Santiago. Los gastos eran sufragados por familias logroñesas devotas, que normalmente permanecían en el anonimato.

La procesión que se hacía a continuación del término de la novena el día  de  la  Virgen  de  los  Dolores,  también  se  hacía  con solemnidad. El recorrido era siempre el mismo y transcurría por las calles de Santiago, Mayor, Merced, Mercado (hoy Portales),Sagasta y Mayor con regreso a la iglesia, otra vez por la calle de Santiago. Un gran número de devotos, especialmente mujeres, concurrían a la misma con cirios encendidos; la presidía el párroco de Santiago y siempre llevaba una banda de música; el Gobernador Militar facilito la Banda del Regimiento por los años 1.890 y siguientes; en los años veinte de éste siglo fue la Banda de Música de Oyón (Unión Musical Oyonesa) la que concurrió, interpretando siempre durante la procesión sentidas marchas religiosas.

En los balcones y ventanas de las calles de su itinerario se ponían colgaduras y se adornaban con farolillos y en las aceras se apelotonaba el público que contemplaba su paso con religioso silencio.

No es extraño que en aquél Logroño de 19.000 habitantes ésta procesión fuera un acontecimiento. Téngase en cuenta que en aquéllos tiempos la única procesión de Semana Santa era la del Viernes Santo.

El párroco de Santiago, don Pascual Fernández, se propuso impulsar ésta devoción a la Virgen de los Dolores, devoción que él sentía, y viendo la admirable respuesta del pueblo logroñés, especialmente mujeres, para mover más a ésta devoción mariana tuvo la idea en 1.892 de crear una Hermandad, solamente de mujeres, para seguir cultivando y engrandeciendo ésta devoción y evitar que la misma se perdiera con el paso del tiempo. Así pues,  en el mes de Marzo de 1.893  fundó ésta Hermandad “establecida para las mujeres de todos los estados, edades y condiciones en la parroquia de Santiago el Real de Logroño“. Comunica   al   Obispado   ésta   intención,   recibiéndose   una contestación “muy laudatoria” con fecha 17 de Agosto de 1.893.

No  existen  estatutos  y  tampoco  hábito  de  ésta  Hermandad, deduciendo que no se tuvieron en cuenta éstos detalles en su fundación. Se funda en torno a la imagen existente de la Virgen de  los Dolores,  de cuya  imagen no existe tampoco  origen  ni datación.

La imágenes de las llamadas “de vestir”, como casi todas las Dolorosas; tiene una gran expresividad en el rostro y en sus finas manos, destaca su mirada de dolor y tristeza en sus bellos ojos compasivos y al mismo tiempo llenos de paz, una paz que trasmite a sus devotos y a cuantos la contemplan.

Sus manos, separadas, como queriendo abrazar a todo el género humano, sus hijos; sostiene un pañuelo en su mano derecha para secar sus lágrimas por la muerte de su amado Hijo.

Se organiza la Hermandad,  “solo de señoras, cualquiera que sea su posición,  edad o estado”  de una forma simple:  una  Junta Directiva  con  los  cargos  de  Presidenta,   Vicepresidenta, Tesorera, Secretaria, Vicesecretaria y tres vocales, siendo la dirección a cargo del Párroco o coadjutores de la parroquia de Santiago el Real. El objeto de la Hermandad era, y sigue siendo, “honrar de un modo especial a la Santísima Virgen bajo el título de sus Dolores”.

Como la Hermandad era solo de mujeres, la Virgen era llevada a hombros en sus andas por cuatro cofrades de la Cofradía hermana de Jesús Nazareno cuya residencia canónica era la misma. Fueron muchas las señoras que se hicieron de la Hermandad durante los primeros años, por éste motivo se distribuyeron en Coros de a treinta hermanas cada uno, con su Directora al frente de cada uno, llegando a tener hasta cinco Coros, es decir más de 150 Hermanas. La cuota de cada una quedó establecida en un real al mes, pagadero por meses, semestres o por años, al arbitrio de cada hermana.

La imagen de la Virgen ha sido especialmente cuidada. A lo largo de los años su Hermandad y donaciones de personas devotas le han dotado de un magnífico manto de terciopelo negro bordado con un bien diseñado y artístico bordado en  oro , valiosos encajes en cabeza y puños, así como un corazón traspasado por siete puñales también de plata y diversas joyas, rosarios, pañuelos, etc. Esta imagen se veneraba durante todo el año en una capilla especial dentro de la iglesia de Santiago, llamada “capilla de los Dolores” hasta el año 1.981 en que fue trasladada a otra más pequeña donde está actualmente a fin de dejar la antigua capilla para el culto diario de la iglesia en los meses de invierno.

En el mes de Septiembre celebraban un solemne Septenario (Desde mediados de siglo XX en vez de novenario se celebra un septenario.) en honor de la Virgen, dado por los mejores oradores, el cual terminaba el día de su fiesta, 15 de Septiembre, festividad de La Virgen de los Dolores, y posteriormente las señoras componentes de la Hermandad hacían Ejercicios Espirituales dirigidos por un Padre Misionero. Algunos años éstos cultos se hicieron en la antigua iglesia de San Agustín que estaba situada donde hoy está Correos y Telégrafos, en la plaza de su mismo nombre.

En la cuaresma se preparaban y preparaban a los fieles de la parroquia con sermones cuaresmales y cultos para cumplir con el precepto pascual, a guardar el ayuno y abstinencia, estimular para tomar la Bula de la Santa Cruzada, etc.; sermones que terminaban el Viernes de Dolores con una solemne procesión por las calles del quiñón de la parroquia de Santiago, acudiendo a la misma todas las Hermanas para acompañar a la Virgen alumbrando con velas. Durante la misma el Párroco de Santiago desgranaba los Siete Dolores en otras tantas paradas, fervorines que eran escuchados por todos los numerosos asistentes dentro de un riguroso silencio y con gran devoción.

En el transcurrir de los años su Hermandad siempre ha venerado a la Virgen con diversos actos, especialmente dedicándole un Septenario con Misa y sermón, celebrándose el mismo dentro de la Cuaresma en algunas de sus semanas, en conjunción con la Parroquia y en todo caso celebrando el Viernes de Dolores, su fiesta, con Misa solemne y posterior procesión, la cual nunca ha dejado de hacerse con mayor o menor solemnidad. En la actualidad el Septenario se hace de forma que el último día del mismo coincida con el Viernes de Dolores.

A partir de 1.962 los hermanos de la cofradía de Jesús Nazareno portaron el “paso” de la Virgen revestidos con sus hábitos, que eran los de la Hermandad de la Pasión y el Santo Entierro, al objeto de darle mayor solemnidad. A partir de 1.976 la banda de tambores de ésta cofradía también se incluyó dentro de la procesión.

Textos del libro “Historia de la Semana Santa de Logroño” de D. Eugenio Ugarte Alonso

 

 

La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que se instituyó en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV y cuando la festividad se extendió por toda la Iglesia, en 1727, con el nombre de los Siete Dolores, se mantuvo la referencia original de la Misa y del oficio de la Crucifixión del Señor.

En la Edad Media había una devoción popular por los cinco gozos de la Virgen Madre, y por la misma época se complementó esa devoción con otra fiesta en honor a sus cinco dolores durante la Pasión. Más adelante, las penas de la Virgen María aumentaron a siete, y no sólo comprendieron su marcha hacia el Calvario, sino su vida entera. A los frailes servitas, que desde su fundación tuvieron particular devoción por los sufrimientos de María, se les autorizó para que celebraran una festividad en memoria de los Siete Dolores, el tercer domingo de setiembre de todos los años.

Los siete dolores son:

  • La profecía del anciano Simeón.
  • La huida a Egipto
  • El niño Jesús perdido
  • María encuentra a Jesús cargado con la Cruz
  • Quinto dolor María al pie de la cruz
  • María recibe en sus brazos el cuerpo difunto de su hijo
  • Sepultura de Jesús y Soledad de María, nuestra Madre

 

Primer Dolor – La profecía de Simeón (cf. Lucas 2,22-35)
Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de su dulce Jesús. Querida Madre, obtén para mí un auténtico arrepentimiento por mis pecados.
Segundo Dolor – La huida a Egipto (Mateo 2,13-15)
Considera el agudo dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que huir repentinamente de noche, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza decretada por Herodes. Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en la tierra del exilio. Madre Dolorosa, alcánzame la gracia de perseverar en la confianza y el abandono a Dios, aún en los momentos más difíciles de mi vida.
Tercer Dolor – El Niño perdido en el Templo (Lucas 2,41 -50)
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el templo. Madre querida, cuando el pecado me lleve a perder a Jesús, ayúdame a encontrarlo de nuevo a través del Sacramento de la Reconciliación.
Cuarto Dolor – María se encuentra con Jesús camino al Calvario (IV Estación del Vía Crucis)
Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes soportar tan triste escena. Esta Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que sintieron cuando sus ojos se encontraron – el dolor de la Madre bendita que intentaba dar apoyo a su Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su Pasión, ayúdame a reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren.
Quinto Dolor – Jesús muere en la Cruz (Juan 19,17-39)
Contempla los dos sacrificios en el Calvario – uno, el cuerpo de Jesús; el otro, el corazón de María. Triste es el espectáculo de la Madre del Redentor viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos. Sus últimas palabras dirigidas a Ella fueron: “Madre, he ahí a tu hijo.” Y a nosotros nos dijo en Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre.” María, yo te acepto como mi Madre y quiero recordar siempre que Tú nunca le fallas a tus hijos.
Sexto Dolor – María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz (Marcos 15, 42-46)
Considera el amargo dolor que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo. Oh, Madre Dolorosa, nuestros corazones se estremecen al ver tanta aflicción. Haz que permanezcamos fieles a Jesús hasta el último instante de nuestras vidas.
Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro (Juan 19, 38-42)
¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos acogiste como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos, intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración. Alcánzanos, sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y perseverar siempre en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo eternamente en el cielo.

Las Siete Gracias.

Santa Brígida, era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del gobernador de Gotlandia oriental. Ingerborg murió hacia 1315 y dejó varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenas. A los tres años, hablaba con perfecta claridad, como si fuese una persona mayor, y su bondad y devoción fueron tan precoces como su lenguaje. Sin embargo, la santa confesaba que de joven había sido inclinada al orgullo y la presunción.

Ya a los siete años tuvo una visión de la Reina de los cielos. A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que la impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y oyó estas palabras: “Mira en qué estado estoy, hija mía.” “¿Quién os ha hecho eso, Señor?”, preguntó la niña. Y Cristo respondió: “Los que me desprecian y se burlan de mi amor.” Esa visión dejó una huella imborrable en Brígida y, desde entonces, la Pasión del Señor se convirtió en el centro de su vida espiritual.

Brígida empezó a tener por entonces las visiones que habían de hacerla famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias. Pero tales visiones no impresionaban a los cortesanos, quienes solían preguntar con ironía: “¿Qué soñó Doña Brígida anoche?”

Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a mejor amar a Jesucristo. La devoción a los Siete Dolores de la Virgen María se desarrolló por diversas revelaciones privadas.

Es en una de éstas “visiones”, (años  1303-1373), donde se le apareció la Virgen María y le dijo:

“Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, más hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios.”

Y Nuestra Señora, prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:

1. “Yo concederé la paz a sus familias.”
2. “Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios.”
3. “Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.»
4. “Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas.”
5. “Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas.”
6. “Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre.
7. “He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo eterno.”

Así mismo, según San Alfonso María Ligorio, Jesucristo Nuestro Señor, reveló a Santa Isabel de Hungría que El concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima:

  1. Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.
  2. Protegeré en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegeré muy especialmente a la hora de su muerte.
  3. Imprimiré en sus mentes el recuerdo de Mi Pasión y tendrán su recompensa en el cielo.
  4. Encomendaré a estas almas devotas en manos de María mi Madre, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.

 

Al pie de la Cruz, donde una espada de dolor atravesó el corazón de María, Jesús nos entregó a Su Madre como Madre nuestra poco antes de morir. En respuesta a esta demostración suprema de Su amor por nosotros, digamos cada día de nuestras vidas: “Sí, Ella es mi Madre. Jesús, yo la recibo y Te pido que me prestes Tu Corazón para amar a María como Tú la amas.”

Oración final

Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre. Amén.

 

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