A la espera del Señor.

adviento

Hemos comenzamos nuevo tiempo litúrgico y nuevo Año Litúrgico, que comenzamos hoy en éste primer domingo de diciembre.

Para empezar, nos saltamos o mejor dicho hemos eliminado ese tiempo de preparación al que hoy, como ya hemos mencionado, entramos de lleno.

El sentido del Adviento, es avivar en los creyentes la espera del nacimiento del niño Jesús, Nuestro Señor y prepararnos para la celebración de la Navidad. Pero ¿Qué navidad preparamos?

Año tras año, y cada vez con más fuerza y con más anticipación, nos preparan y participamos con muchísimo entusiasmos de ello, en la festividad más adulterada y desvirtuada de las que conocemos.

Los grandes problemas cotidianos de muchas personas, siguen presentes antes durante y después de la Navidad. Los que duermen en la calle lo siguen haciendo, los ladrones siguen robando, los maltratadores maltratando, muchas personas en el mundo sin poder comer, los telediarios siguen dando las mismas porquerías de noticias que todos los días, los programas de ocio-basura siguen sin fallar día tras día, en un palabra, el odio, el desamor, la avaricia, codicia y la deshumanización, siguen presentes en nuestras vidas.

Si bien es verdad que algunas personas se vuelven especialmente cariñosos en esta época, las familias aparcan de momento sus desencuentros, parece que nos esforzamos por llevarnos bien, por demostrar lo bueno que tenemos y que llevamos dentro, de nuestros buenos propósitos y sentimientos y que podemos ofrecer a nuestros amigos y al resto de nuestro prójimo todo ello.

Grandes comidas y cenas de familias, de amigos, de compañeros de trabajo y de empresas, haciendo la imagen de llevarse bien o por lo menos de procurarlo. Intentamos desde nuestras limitadas posibilidades, cambiar el mundo para hacerlo un sitio más justo, dónde reine la paz entre nosotros y todas esas cosas….Todo momentáneo y de cualquier manera, falso.

La realidad es otra bien distinta. En el mundo hay mucha necesidad e injusticia. Muchos millones de personas mueren de hambre y enfermedades. Hay muchos, muchos necesitados.

No es necesario irnos a buscarlos a países lejanos como por ejemplo en África o en otros continentes, no. Los tenemos al lado nuestro, en nuestra ciudad, en nuestras calles, en nuestro mismo portal. Porqué ahora y más que nunca, nuestros hermanos de piso, de edificio, de calle, de barrio, de parroquia, etc…, están necesitados, muy necesitados.

Ahora más que nunca, debemos dejar de lado esos suntuosos gastos llamados de Navidad y ofrecer cuanta ayuda podamos para cubrir las necesidades de nuestros hermanos en Cristo. Nos vendrá muy bien para nuestro propio bolsillo, para ayuda del prójimo, solidarizándonos con ellos y sobre todo para nuestra conciencia, pues estaremos volviendo a la NAVIDAD que Dios espera de todos nosotros. Ojala fuera así y que todos los días fueran Navidad, pero Navidad de la buena.

Hemos perdido el sentido de esa verdadera Navidad y no precisamente por habernos hecho mayores en lo referente a la edad, no. Nos falta cada vez más ese llamado “espíritu de la Navidad”, del que tanto se habla y tan poco se nota.

Vamos, que más bien parece una gran fiesta pagana en la que creyentes y no creyentes, vemos la oportunidad de unos días de fiesta laboral, de gastar grandes cantidades de dinero sin sentido, solo por gastar. Loterías, regalos, grandes comilonas, fiestas y viajes, vacaciones, etc. y eso en tiempos de crisis. ¿Crisis?.  Si, todavía de crisis económica pero sobre todo de crisis de valores.

Causa estremecimiento ver los contenidos en los elementos publicitados durante semanas (hace ya más de dos ó tres semanas que han comenzado), para el logro de beneficios económicos enormes, con campañas comerciales ambiciosas, que nada tiene que ver con el Espíritu del Mesías, ni con el Reino de Dios, ni con la sana doctrina de nuestro Salvador, ni con la de sus apóstoles.

Los alumbrados y adornos de las ciudades, cada vez con menos motivos alegóricos a la verdadera Navidad y al nacimiento de Jesús. Fijaros en dicha iluminación en vuestra ciudad… Ejemplo claro este año en un supuesto «belén» en Barcelona.

Y en cambio, ahí tenemos a “Santa Claus” o “papa Noel”, que más bien es un personaje creado para un anuncio de bebidas de cola famosa, todo vestido ahora de rojo y antes de verde, que dicen viene de algún lugar helado en el norte de Europa, del cual curiosamente nunca salió ningún profeta o por lo menos son desconocidos en las escrituras, y donde se supone que vive y tiene una gran fábrica de juguetes.

No es muy extraño que en una fiesta como ahora, esta falsa navidad, en el “cristianismo actual y tradicional” la hayamos convertido en costumbres idolátricas, que generan unos beneficios económicos al comercio y vendedores y nos hacen hacer grandes gastos para contribuir a esta gran bola inhumana, dejándonos llevar en estas fechas por todos los anuncios de navidad, por los comentarios y ensalzamiento de la sociedad de consumo por prensa, por radio y por T.V.

La Navidad es una fiesta de resonancia universal. Ya sólo el hecho de que todo el planeta se rija oficialmente por el calendario cristiano, que divide la Historia en antes y después del nacimiento de Jesucristo, indica la trascendencia que tienen estas fechas para la humanidad en general para querer ocultarla o deformarla.

Alrededor de estas fiestas, ha surgido toda una cultura, que se manifiesta en dos estilos de celebración: el sagrado y el profano. El primero se centra en la fe, en el misterio de la Encarnación del Verbo y en los valores que de ella se derivan; por eso es, sobre todo, una fiesta de la familia (la familia humana debe estar imbuida del espíritu de la Sagrada Familia, que es, a su vez, espejo de la Familia Trinitaria). El otro estilo de celebración de la Navidad se ha apropiado de la festividad cristiana, fagocitándola, vaciándola de su sentido primigenio y transformándola en una mera ocasión para el ocio y la diversión, sin ningún sentido religioso o con éste muy amortiguado y ahogado por la fiebre consumista y comercial que todo lo invade.

Uno de los síntomas de la pérdida de ese espacio social por parte de los católicos es la ausencia de símbolos cristianos en los adornos navideños. Abetos, “hombrecillos de rojo”, bolas de colores, estrellitas, acebos, renos e incluso botellas de cava, inundan los escaparates, balcones e interiores de nuestras viviendas y comercios, constituyen el principal motivo de los adornos y las guirnaldas luminosas que jalonan las calles de toda España.Adornos navidad

 

Parece mentira, pero hay muchos de nuestros gobernantes, muchas de nuestras empresas e individuos de nuestro entorno más directo que quieren prohibir “Feliz Navidad” y reemplazarlo por “Felices Fiestas” porque, dicen, no querer  ofender a nadie.  ¿Y nosotros, no nos podemos sentir ofendidos por ello?

Urge reconquistar este espacio perdido y en esta página, te sugerimos cómo hacerlo. Desde estas líneas queremos contribuir con nuestro granito de arena a rescatar el sentido católico de la entrañable festividad que nos recuerda el nacimiento del Hijo de Dios según la carne. Los cristianos podemos  y debemos dar un paso al frente y proclamar en nuestros pueblos y ciudades que la Navidad no es sólo un periodo de vacaciones de invierno invadido por el consumismo, sino que celebramos el nacimiento de nuestro Salvador.

Uno de los mejores signos tanto de nuestra condición como de nuestra disposición a tal efecto, se inicia en nuestra decoración ambiental para preparar la celebración. Es importante que en nuestras casas esté representado el misterio de la Navidad, por ello invitamos a que en tu hogar, pongas el nacimiento o si puedes y dispones de espacios que recrees las escenas fundamentales de la Navidad montando el Belén. En el exterior, puedes colgar de tu balcón o ventana, las llamadas “balconeras ó balconadas” con la imagen de la Sagrada Familia, ó simplemente con el Niño Jesús junto a un Feliz Navidad. Los hay de diferentes imágenes, de diferentes tamaños y materiales y de precios, pero el resultado será el mismo, servirá para anunciar desde nuestras casas, la buena noticia del nacimiento del Salvador.

Numerosos creyentes y no creyentes, sabemos que aunque las fechas para el nacimiento de Jesús, no aparecen en las escrituras bíblicas, también sabemos que los apóstoles y miembros de las primeras congregaciones, no celebraban el nacimiento del Mesías de ninguna manera, pues éste no es el “espíritu de la navidad” que Jesús buscó para su nacimiento y para su “familia cristiana”

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Dios quiso humildad y sencillez, nos quiso hacer ver el contraste y la diferencia. Dios, todo poderoso, Rey y creador del universo, que pudiendo haber nacido en los mejores palacios, con las mejores vestimentas y joyas, con criados y criadas para atenderle, quiso que su primogénito, segunda persona de la Santísima Trinidad, naciera de una humilde mujer Nazarena, y como sirviente y padre terrenal, a un casto y buen hombre, como cuna de gran linaje, un pesebre y como pañales trapos rotos y raídos.

No olvidemos lo que el Mesías dijo a unos invitados, en una reunión a la que estaba asistiendo, aconsejándoles llamar a aquellos, que no tenían esas necesidades cubiertas, para el banquete y darles de comer, a los hambrientos materialmente y también predicándoles el Reino de Dios en estas ocasiones, que es lo que el Maestro hacía cuando le invitaban a alguna casa para comer, estando seguros que estaremos haciendo grandes tesoros en el Cielo

Del Evangelio de San Lucas 14:12-14 “Dijo también al que lo había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Cuando hagas banquete, llama a los pobre, a los mancos, a los cojos y a los ciegos; Y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justo.”

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Volvamos a esa NAVIDAD. Recordemos el nacimiento de Jesús, colocando en un rincón de nuestro hogar, el misterio. Tan solo hacen faltan las imágenes del niño Jesús, la Virgen María y San José; La Sagrada Familia.

Colguemos de nuestras ventanas y balcones, esas maravillosas telas y plásticos llamadas “balconadas o balconeras” con las imágenes del Niño Jesús, la Sagrada Familia o la “Estrella Anunciadora”.

Preparémonos en estos días de Adviento para recibirlo. Contribuyamos en aportar todo lo que buenamente podamos en ayudar a nuestro prójimo. ¿Por qué gastar en tanta comida si además nos perjudica seriamente la salud? Hagamos regalos, sí, pueden ser simples detalles, pero también lo hagamos con los más necesitados, con los más solitarios, haciéndoles llegar nuestro cariño y afectividad.

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