Cargando Él mismo con su Cruz, salió hacia el Gólgota

Jesús, llevando a hombros su propia cruz, salió de la ciudad hacia un lugar llamado La Calavera que en la lengua de los judíos se dice Gólgota, se adentra en la calle más famosa del mundo: la calle de la Amargura. Esta vía de dolor ha quedado en la memoria de la humanidad como un camino cargado de emociones: caídas, un cirineo forzado, unas mujeres que lloran, una buena mujer que enjuga el sudor, una madre que sufre…

La piedad popular ha querido narrar pedagógicamente el duro drama de esta calle, dividiendo el largo recorrido en catorce estaciones.

 

Jesús camino del Calvario

 

Si no hubiera de nuevo esta situación anómala, a día de hoy por las calles de nuestra ciudad veríamos discurrir una nueva edición de la Procesión de Jesús camino del Calvario con el «paso» del Nazareno Antiguo o de «la Caida» tal y como se llamaba en la antiguedad, con la Cofradía de Nuestro Padre Jesús el Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores, y anunciada con «algo así»;

El recorrido de la procesión es el siguiente: Salida procesional a las 19.30 desde la Iglesia de Santiago el Real, Travesía de Santiago, Marqués de San Nicolás (Mayor), Martínez Zaporta, Portales, Once de Junio, Plaza del Parlamento, Marqués de San Nicolás (Mayor), Travesía de Santiago hasta la Iglesia de Santiago el Real.

Camino del Calvario

El camino que Jesús recorrió hasta el Calvario, el viacrucis, iba desde la salida de la Torre Antonia, al lado del Templo y, atravesando la ciudad por los barrios del norte, llegaba hasta la Puerta de Efraín, por la que se salía fuera de las murallas, donde estaba la colina del Gólgota.

Era costumbre de los romanos que el reo que iba a ser ajusticiado, llevara hasta el lugar del suplicio, el madero de la cruz sobre los hombros y sostenido con los brazos, que eran amarrados a él, como si fuera un yugo.

A Jesús lo azotaron cincuenta veces, y estando ya muy débil, lo obligaron a cargar con su enorme y pesadísima cruz de madera, iniciando así el terrible recorrido hacia donde crucificaban a los criminales, a muchísimos kilómetros de distancia.

Jesús, malherido, partió con la cruz. Los soldados se burlaban de él, le colocaron en la cabeza una corona de espinas, para simular que era un rey. Todos reían y le escupían, y uno lo golpeó en la mejilla izquierda, y Jesús volteó la otra mejilla para que lo golpeara también en la derecha.

 

Caminaba muy cansado, los hombros le dolían, tropezaba y caía. Se levantaba y volvìa a caer. El camino era interminable y doloroso. Cayó de nuevo, no era capaz de levantarse ya. Para un hombre que había sido torturado, como lo fue Jesús, aquella postura de llevar el madero resultaba dolorosísima. Esto explica la enorme fatiga que sufrió Jesús y que llevó a los soldados a pedir la ayuda de un hombre caritativo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y Rufo.

Con Jesús, fueron llevados a crucificar dos ladrones de nombre Dimas y Gestas. Sobre una tablilla, llamada el “título”, se escribía la razón por la que el reo era condenado. La llevaba un pregonero delante del reo o se colgaba al cuello de éste. Atravesar las calles de la ciudad con el patíbulo en los hombros y el título al cuello era la última humillación a la que se sometía al reo antes de su muerte. Se hacía así para que sirviera de escarmiento y advertencia a posibles futuros alborotadores.

La tablilla que llevó Jesús, escrita por Poncio Pilato, señalaba con esta fórmula la razón de la condena: “Jesús el Nazareno, el rey de los judíos”. El título de Jesús fue escrito en tres lenguas: hebreo, latín y griego. El INRI que aparece en la tablilla de casi todos los crucifijos es la abreviatura de la condena escrita en latín: «Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum». Los fariseos dijeron que mejor pusieran «El hombre que dijo ser rey de los judíos»

– Lo escrito, escrito está.- contestó Poncio Pilato, gobernador romano.

Jesus continuó caminando al lado del madero. Casi no se sostenía en pié ya, no soportaba más dolor, pero debía seguir… Hasta que llegó.

Ahora solo le quedaba la muerte y resurrección, su padre le prometió que resucitaría.

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