Castidad (V): VARÓN O MUJER EN CUERPO Y ALMA

Hoy les propongo el segundo axioma de la educación afectiva y sexual cristiana:

existir en el mundo como hombre o como mujer (sexualidad) abarca todo nuestro ser. El hombre es cuerpo y alma inseparablemente.

El cuerpo – que no es toda tu persona -, es expresión de toda la persona. Es lo que se ve, va siempre contigo, no te darán otro. Con él abrazas, rechazas, realizas actos buenos o de dudosa y mala consideración moral. Todo lo que tu cuerpo hace, a ti te afecta: tus actos te construyen o te destruyen.

Consideraríamos un demente – o un cara muy dura – a quien soltara una bofetada y, para justificarse, dijera: ¡perdón! No he sido yo, ha sido mi mano. Exactamente lo mismo hacen quienes mantienen relaciones sexuales y eluden cualquier responsabilidad diciendo: sólo ha sido sexo. El “sólo sexo” no existe. El coito es un gesto que tiene significado propio al margen de lo que sienta o quiera decir la persona que lo da.

De hecho, no nos levantamos por la mañana y saludamos así a amigos y desconocidos y, por poner un ejemplo más ligero, al margen de cualquier planteamiento profundo o afán de guardar la castidad, mantenemos una u otra distancia al entablar conversación con las personas: a más confianza y afecto, menos distancia. Necesitamos ir de la mano con nuestro novio/a o esposo/a, pero soltamos enseguida la del que saludamos por pura cortesía.

Hay distintas formas de expresar y vivir el amor, pero sólo una de expresar el amor esponsal, ese amor adulto, comprometido y duradero: el coito que, por otro lado, es también el único gesto de amor capaz de engendrar vida. Dicho lo cual, no es lógico ni inteligente recurrir a él para expresar amistad o atracción, ni siquiera enamoramiento (ver nota 1 al pie de página), porque una cosa es sentirse enamorado de alguien y otra bien distinta poder y querer unirse a ese “alguien” en la totalidad de lo que uno es.

La virginidad es, por tanto, mucho más que un tema de “primera vez”. Es, sobre todo, un tema de a quién me entrego, por qué lo hago y cómo lo hago.

El placer asociado a cualquier caricia sexual es mucho más que deleite, es algo hermoso, bonito, bueno, puesto por Dios, y el orgasmo es la forma en que el cuerpo celebra el gozo que llena el corazón cuando se realiza un gesto que expresa una preciosa realidad espiritual: “te quiero, te prefiero, me entrego a ti totalmente, en exclusividad, para siempre y asumo con ilusión la posibilidad de tener hijos contigo”.

 Cuando le arrancamos al cuerpo este grito de gozo sin que exprese esta alegría interior de los esposos, queda una sensación de desazón y vacío interior; si además lo hacemos de forma reiterada o compulsiva, estamos elevando el umbral de placer necesario para alcanzar la eyaculación, ese evento fisiológico sin el cual no es posible la generación de vida.

El lenguaje del alma es el gozo espiritual; el del cuerpo el placer. Los jóvenes suelen perder de vista el primero, los mayores el segundo. Dado que el cuerpo humano está continua e irremediablemente conectado al corazón y a la cabeza, necesitamos vivir esta dimensión unitiva para ser felices.

Marta CM

  • Nota 1: Amistad – atracción – enamoramiento – amor. Se confunden mucho estas cuatro fases de un afecto. Es vital enseñar a distinguirlas. En la sociedad donde vivimos – tremendamente erotizada – es cada vez más habitual que los jóvenes sientan una cierta atracción por el mismo sexo (en adelante AMS). La AMS-transitoria es normal, forma parte de de la evolución afectiva, sobre todo en los varones.

Si desde que sale el primer pelo en el bigotillo hasta que nace la barba pasan dos o tres años, desde que experimentan el deseo sexual hasta que este se define y establece, pasan esos mismos dos o tres años. La AMS-transitoria surge porque sus cuerpos están hechos para sentir y sienten. Dios así los hizo. Está bien. Es un síntoma de salud. Lo que nunca deben hacer (ni nosotros aconsejar) es probar. Probar es darse permiso para sentir. Si te das este permiso sentirás, te confundirás más y correrás el riesgo enganchar tu corazón en el alambre de espino de una relación homosexual. Además, es profundamente deshonesto acercarte a otro sólo para tener un encuentro físico que te demuestre si puedes o no excitarte.

Cuando se vive bien el primer amor, se realiza un buen aprendizaje para vivir el amor verdadero. El día que un chico/a se enamore sin haber tenido relaciones íntimas, habrá alcanzado su madurez sexual en libertad, pues la castidad facilita el discernimiento y, de paso, habrá descubierto que amar es hacerlo en la distancia justa, sin asfixiar o dañar al otro.

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