Héroe…..Heroína, es la cuestión.

Pasado un tiempo bastante prudencial desde que empezó todo “nuestro” problema del ébola (y digo nuestro, por la parte que nos tocó vivir) con el traslado y repatriación de los sacerdotes infectados a España hasta día de hoy, que casi todo está ya en tiempo pasado o incluso fuera de nuestra memoria.

Solo fue por todo esto, por lo que nos dimos cuenta de la existencia de esta enfermedad y que hay muchísimas personas que han muerto y están muriendo cada día por falta de medios, de ayuda económica y de ayuda humana. Pero de nuevo, se nos está olvidando todo ello.

Aun así, convendría hacer un generoso acto de removimiento de memoria para situar algunas cosas que con el paso del tiempo han sido bastante clarificadoras.

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Lo primero, dar muchas gracias a Dios, por cómo se ha desarrollado esta cuestión en nuestro país y haber cuidado de Dña. Teresa Romero para su total restablecimiento, un verdadero milagro.

En segundo lugar, volver una vez más, a dar las gracias, rezarles y agradecerles toda la labor humanitaria y espiritual hecha por ellos, los misioneros fallecidos, que de manera altruista se entregaron a sus semejantes. Y por su puesto, a todo el resto de compañeros y compañeras misioneros que igualmente han entregado su vida y siguen haciéndolo día a día, en estos mismos momentos, por sus semejantes enfermos o no.

Tercero, agradecer a todos los que participaron de una manera u otra, en la gestión, traslados, intervenciones, cuidados etc., de todo el personal afectado o tratado, incluso en la cuarentena de todos ellos.

Y para terminar, agradecer la buena disposición y la buena fe de todos ellos, pues con todo el lío mediático que se quiso y pudo montar por ciertos medios de comunicación, por pretender sacar diversos rendimiento a estos temas, al final se han resuelto por la generosidad de muchas de las personas implicadas indirectamente y que les terminó afectando y mucho, en sus vidas tanto de manera personal como profesional. Pongo por ejemplo, la médico de atención primaria que atendió a Dña. Teresa, y a otros más que sin quererlo se vieron implicados.

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Quizás, habría que haber pedido muchas más responsabilidades y en otros casos haber pedido más “perdones” , incluso a las mismas personas que como por ejemplo al Sr. Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, D. Francisco Javier Rodríguez, todo el mundo se le echó encima por ciertas declaraciones sobre si Dña. Teresa Romero “nos pudo haber estado mintiendo”, las cuales pueden parecer bien, mal o regular (ahora ha quedado bastante claro), y nadie o muy pocos le recriminaron otras que para mi juicio fueron peor y más desafortunadas aunque no fueran esas sus intenciones,  cuando la paciente todavía debatiéndose entre la vida y la muerte, aludió el citado consejero a cuestiones relativas sobre su porvenir económico como profesional y que es lo que al final, provocó su destitución como consejero.

Todo esto viene al caso ahora, por los hechos recientes motivados por la embarcada de un mar de demandas cruzadas, cuando la auxiliar aceptó la declaración de la médico de familia que le atendió días antes de que se le diagnosticara la enfermedad. Teresa Romero no tuvo más remedio que reconocer en el acto de conciliación que, contrariamente a lo que declaró públicamente, no informó a la doctora de que había estado en contacto con pacientes con ébola. La técnico tuvo que aceptar íntegramente la declaración de la doctora y reconocer que en ningún momento rebasó el umbral de fiebre fijado en 38,7 grados. Con ello, evitaba que su médico de cabecera continuara con la querella interpuesta contra ella, viéndose obligada a retractarse públicamente.

El pasado domingo día 25/01/2015, en la edición semanal de Pueblo de Dios, se publicaba un artículo bastante bueno del Sacerdote riojano D. Pablo Díaz Bodegas, que se refería en gran parte a esos hechos y que me parece muy oportuno incluirlo en ésta intervención.

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El vocablo “héroe, heroína” tiene su origen en el griego antiguo (eroe, eroine), con el cual se describía al héroe cultural que aparece en la mitología, el cual prestaba su nombre a ciudades y territorios griegos. Con el paso del tiempo, esta palabra, y según la Real Academia de la Lengua, define al hombre o mujer ilustre y famoso por sus grandes hechos, y quien lleva a cabo algo heroico.

Esto nos pareció ver en Teresa Romero cuando saltó a la prensa que, por su generosidad en atender a los infectados del Ébola en el Carlos III de Madrid, había contraído el virus. Sentimos como nuestro ese gesto de grandeza y abnegación, ante la crítica de quienes veían un serio peligro atender a estas personas enfermas.

Sus explicaciones fueron claras y diáfanas insistiendo en el altruismo de su acto.

Poco tiempo después, sin embargo, internada en el mismo Centro y temiendo aún por su vida, su entorno comenzó a rentabilizar políticamente su acto abnegado. Primero la protesta y anuncio de querella por haber tenido que sacrificar a su perro; luego un supuesto acto de difamación y revelación de secretos con detrimento de su fama, aunque las cámaras y micrófonos de algunas cadenas de tinte amarillo lo hicieron sin ningún problema para que pudiera expresarse y contar su experiencia sin ningún recato; luego intentar encontrar un “chivo” expiatorio que cargara con un descuido, o una negligencia, que sólo ella podía haber cometido, hasta el punto de que ya casi interesaba más derrocar a ministros del gobierno o autonómicos que la propia salud de la enferma.

El milagro llegó y su vida salió triunfante del temido virus, pero fueron cortos los parabienes. De nada sirvieron las esperanzadoras y gozosas palabras de los médicos que la atendieron. El logro de la curación fue encenagado por quienes, a toda costa, querían responsables, pero políticos. La salida del hospital dejó un sabor amargo al ver a una mujer que parecía la esperanza de muchos enfermos como ella, y, sin embargo, ofreció una imagen de rencor y desquite que contrastaba con el ambiente.

Estos días el patetismo aún se ha hecho más evidente cuando ha tenido que pedir perdón y leer una nota de rectificación ante la puerta de un juzgado para poder evitar una querella. La calumnia sobre la médico que la atendió ha dejado en evidencia el fino y sutil filo que separa al héroe del villano.

Teresa Romero podía haber sido la heroína de nuestro tiempo; la mujer altruista y abnegada que arriesgó su vida en servicio a los demás. Pero su ambición y su estulticia la han convertido en una patética mujer digna de dar lástima.

Pablo Díaz Bodegas
D. Pablo Díaz Bodegas. Sacerdote.

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