LAS COMPLICACIONES DEL “TODO VALE” (I)

                             

La familia no sólo es – como algunos creen – el trampolín que asegura el éxito personal o el colchón que amortigua los golpes de la vida. Es a nuestra personalidad lo que el ADN  a la fisiología, o lo que las raíces a los vegetales: si alteras el código genético introduciendo anomalías cromosómicas, o si dañas gravemente las raíces, la planta enfermará y/o morirá.

Normalmente, cada nueva familia arranca su historia en la decisión tomada por un hombre y una mujer que desean compartir sus vidas y dar formato “oficial y público” a su voluntad de ser considerados, en lo sucesivo, una unidad. Dado que matrimonio y familia son realidades íntimamente ligadas, en la medida que se proteja y garantice el sano desarrollo de la vida conyugal, se salvaguarda la propia estructura familiar y el mejor desarrollo posible de cada miembro integrante.

 Sin embargo, el cada vez más frecuente caso de parejas no-casadas y la actualidad del debate sobre matrimonio civil-homosexual, nos obligan a plantearnos preguntas esencialistas sobre el objeto de la discusión (¿qué es familia? ¿qué es matrimonio?), máxime si pretendemos llegar a conclusiones “consensuables”, en una sociedad abiertamente desinteresada por los motivos de índole religiosa.

A vista de satélite, podría decirse que familia es el conjunto de individuos o cosas que comparten algunos aspectos de su identidad  (origen, características morfológicas, modo de vida, ideas  etc.) Si hacemos zoom y acercamos el visor, podríamos definir familia como el grupo de personas que mantienen lazos de parentesco. Un último aumento nos mostraría la esencia primera del concepto: familia es el grupo formado por una pareja y sus hijos.

Los hombres y las mujeres siempre han tomado esposa/o para fundar la propia familia. El matrimonio es una institución natural que siempre ha tenido una dimensión pública dentro del entorno social donde se desenvolvía la vida de nuevos esposos. La gente siempreha entendido la diferencia entre las llamadas “parejas libres”, el matrimonio y los amantes. Incluso aquellas sociedades que admiten la poligamia y las prácticas homosexuales distinguen perfectamente  entre el “status” de “casados”  y el resto de “formas de unión”, muy extendidas en algunos momentos y más o menos toleradas o reconocidas por los ordenamientos jurídicos.

Analizando la realidad española desde una perspectiva jurídica, yo pregunto: ¿Hasta qué punto vivir una relación afectiva análoga a la matrimonial equipara derechos?

Desde luego, establecer un estatuto jurídico propio y exclusivo para cada situación es muy complicado por los serios interrogantes que plantea:

respecto a la libre voluntad de las personas y sobre cómo objetivar y delimitar las situaciones originadas a consecuencia del ejercicio de la misma, teniendo en cuenta las diferencias existentes en virtud de la motivación, el inicio, el desarrollo y la conclusión de  la situación  causada;

– respecto a la tutela de los derechos de terceras personas;

– respecto al amparo de situaciones injustas;

– respecto a la valoración del matrimonio, etc.

¿Será por esto que el legislador suele dar respuesta a la generalidad, aunque admita y reconozca el mérito de algunas excepciones, y no al revés?

En el análisis global y abierto (sin apriorismos) de la realidad que vivimos, hay varias preguntas que suscitan en mí mucha curiosidad: ¿por qué mientras miles de parejas no quieren casarse, los homosexuales reivindican la validez del matrimonio civil aplicado a su caso? ¿Por qué miles de jóvenes – y adultos – prefieren vivir su unión sin darle la forma jurídica que prevé nuestro ordenamiento civil para el matrimonio? En contraposición a ésta última, ¿Por qué algunos colectivos de homosexuales reclaman con tanta energía la equiparación de derechos? ¿Cuándo y por qué empezamos a plantearnos en España el debate sobre el matrimonio?

YOTAMBIENSOY

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