Luz del mundo

La Fiesta o Solemnidad de hoy, para los cristianos,es la «Fiesta del Encuentro», el encuentro de Cristo y su Iglesia. Esto vale para cualquier celebración litúrgica, pero especialmente para esta fiesta. La liturgia nos invita a dar la bienvenida a Cristo y a su madre, como lo hizo su propio pueblo de antaño: «Oh Sión, adorna tu cámara nupcial y da la bienvenida a Cristo el Rey; abraza a María, porque ella es la verdadera puerta del cielo y te trae al glorioso Rey de la luz nueva».

Es por ello que la Iglesia, nos pide profesar públicamente nuestra fe en la Luz Nueva, en la Luz del mundo, Luz de revelación para todo pueblo y persona.

En la bellísima introducción a la bendición de las candelas y a la procesión de entrada al Templo, el celebrante recuerda cómo Simeón y Ana, guiados por el Espíritu Santo, vinieron al templo y reconocieron en el Niño Jesús a Cristo como su Señor. Y concluye con la siguiente invitación: «Unidos por el Espíritu, vayamos ahora a la casa de Dios a dar la bienvenida a Cristo, el Señor. Le reconoceremos allí en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria».

Se alude claramente al encuentro sacramental, al que la procesión sirve de preludio. Respondemos a la invitación: «Vayamos en paz al encuentro del Señor»; y sabemos que este encuentro tendrá lugar en la eucaristía, en la palabra y en el sacramentóo Entramos en contacto con Cristo a través de la liturgia; por ella tenemos también acceso a su gracia. San Ambrosio escribe de este encuentro sacramental en una página insuperable: «Te me has revelado cara a cara, oh Cristo. Te encuentro en tus sacramentos».

Oración de preparación

(para ponernode en presencia de Dios)

Jesús, gracias por darme este momento de intimidad contigo. Te doy gracias, Jesús, porque crees en mí.

Aunque sabías que muchas veces me iba a equivocar y otras tantas habría de ofenderte, aun así, me creaste, porque creías – y todavía crees- que, con tu gracia, podré llegar al cielo y ser eternamente feliz amándote.

Crees en mí Jesús… ¡ayúdame a creer en ti! Confías en mí, Jesús. Has puesto en mis manos el don preciosísimo de la gracia que me hace ser tu hijo. Me has dado la libertad para poder elegir entre amarte o darte la espalda. ¡Qué muestra más grande de confianza! Me has dado el poder de alegrarte con mi sí o de herirte con mi no. ¡Confías en mí!… ¡Ayúdame a confiar en ti! Me amas, Jesús, con un amor eterno, tierno, inmenso. Te has hecho hombre por amor a mí. Has muerto en la cruz porque me amas. Has resucitado para demostrarme que tu amor por mí no tiene límites. Te has quedado conmigo en la Eucaristía para que yo pudiera encontrarte siempre.

¡Gracias, Jesús! ¡Ayúdame a amarte!

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