Homosexualidad (VIII): RESPONSABLES DE NUESTROS ACTOS

(HOMOSEXUALIDAD – VIII)

   Confío en haberles dado las pistas suficientes para salir de la confusión que algunos siembran en torno a la homosexualidad. Los que fomentan el caos moral y encubren la verdad en este aspecto, saben que la falta de certezas paraliza la acción de la gente buena. No se dejen manipular.

"Sin duda somos siempre reflejo de nuestros actos y responsables de ellos. Pero a los ojos del amor y de la fe, un hombre siempre es más grande que los pecados que comete, por graves y vergonzosos que sean. Para la Iglesia católica, lo que cuenta sobre todo son las personas. Creo que tiene toda la razón del mundo al diferenciar entre la práctica sexual y la identidad sexual. Es su empeño en señalar esa frontera, el que define el vínculo entre fe y homosexualidad, el que le dice a las personas homosexuales que tienen un lugar en la Iglesia (…) La Iglesia no pretende cambiarlas, sólo les pide que pongan su identidad más profunda como hijos de Dios delante de su identidad secundaria como personas homosexuales". (Extraído de un artículo publicado en su web)
«Sin duda somos siempre reflejo de nuestros actos y responsables de ellos. Pero a los ojos del amor y de la fe, un hombre siempre es más grande que los pecados que comete, por graves y vergonzosos que sean.
Para la Iglesia católica, lo que cuenta sobre todo son las personas.
Creo que tiene toda la razón del mundo al diferenciar entre la práctica sexual y la identidad sexual. Es su empeño en señalar esa frontera, el que define el vínculo entre fe y homosexualidad, el que le dice a las personas homosexuales que tienen un lugar en la Iglesia (…) La Iglesia no pretende cambiarlas, sólo les pide que pongan su identidad más profunda como hijos de Dios delante de su identidad secundaria como personas homosexuales». (Extraído de un artículo publicado en su web)

   Por mi parte, concluyo mi aportación al tema presentándoles a un joven francés, Philippe Ariño. Tiene treinta y cuatro años, su padre español, se crió en Francia en el seno de una familia católica junto a otros cuatro hermanos, uno de los cuales es su gemelo. Descubrió su homosexualidad a la edad de diez años, lo anunció en su familia con diecisiete, y con veinte años se inició en el mundo y la cultura gay de Francia. Ejerce como profesor de español en Secundaria.
Es un escritor bien conocido en su país. Autor de un “Diccionario de códigos homosexuales” y de otras obras en torno al tema de la pareja homosexual, intenta definir la naturaleza y las causas del deseo homosexual, así como sus consecuencias personales y sociales.
En enero de 2012 se decidió a “abandonar definitivamente el ligoteo, la masturbación y la pornografía, porque me di cuenta de que estaba prisionero y triste cuando me obligaba a mí mismo a soñar y a experimentar el amor homosexual”. (Religión en Libertad, 15 – 1 – 2013).
Philippe ha entendido que “la continencia es una opción libre, entera, emancipadora y concreta, que reconoce mi homosexualidad pero sin tener que arrastrar la culpa. ¡Nadie imagina lo feliz que soy desde que dejé de practicar la homosexualidad!” (Ib.)
Ha encabezado la rebelión contra la dictadura que ejerce el lobby gay en los medios de comunicación franceses, logró irrumpir con fuerza en el debate sobre el proyecto de «matrimonio gay” de Hollande, y se ha tomado un año de excedencia laboral para promocionar su último libro (Homosexualidad en verdad) y para difundir su pensamiento.
Estuvo en España ayer mismo, 19 de mayo de 2014, y se ofreció a dar dos conferencias: una a sacerdotes (en exclusiva), titulada «homosexualidad y fé católica» y otra abierta a todo el público. Esta última charla tuvo lugar en el salón de actos de la parroquia de San Pablo, Logroño. Philippe se mostró a los allí presentes cual es: muy honesto, valiente, cristiano convencido, realista, vulnerable, comprometido con la verdad de las cosas.  Aunque sostiene que su vida en normal, que no ha vivido ni una infancia traumática, ni un padre ausente, ni una madre dominante, ni sumergido en el mundo de la prostitución, ni ha sido violado, ni ha experimentado una conversión fulminante «a lo San Pablo», los presentes fuimos conscientes, en todo momento, de estar ante un hombre que vive la conversión diaria, un hombre frágil pero decidido.
En respuesta a las preguntas que le formularon los asistentes, habló de si «uno nace homosexual o se hace», de la exclusión al sacerdocio de los candidatos homosexuales, de la herida que supone ser homosexual, de cómo hablarles a los niños del tema si preguntan en casa, de la diferencia entre «sentirse homosexual» y realizar actos homosexuales, de la violencia que infringen y padecen los homosexuales dentro de su propio mundo, de la importancia de la diferencia de sexos (esa que niegan los homosexuales y sin la cual ninguno de ellos habría podido existir), de cómo la diferencia de sexos permite a los hombres y a las mujeres vivir una plenitud a través de la complementariedad en el matrimonio que ellos nunca alcanzarán, del daño que hace a los jóvenes varones – más que a las mujeres – la absoluta erotización de las relaciones personales que predomina en nuestro ambiente cultural, de que – por lo que él ha estudiado y vivido – la tendencia homosexual es, con frecuencia, una etapa en la maduración de las personas a la que pueden verse anclados los jóvenes, restándoles capacidad para avanzar, el consumo de pornografía y la masturbación, etc.
Denunció que los que aplauden y defienden – presuntamente – los derechos de los homosexuales. Son, sobre todo, políticos. Estas personas utilizan a los homosexuales «como si fuéramos una cortina rosa y brillante tras la cual pretenden ocultar la cantidad inmensa de problemas y sufrimiento que provocan el divorcio, el uso sistemático de preservativos o el aborto. Apoyan el matrimonio homosexual para justificar realidades personales desastrosas».
Desarmó el mito de que la Iglesia es homófona: «nadie nos acoge mejor»- dijo. Y señaló que su experiencia le ha llevado a concluir que quienes se niegan a hablar del tema o rechazan a los homosexuales suelen tener sin resolver su identidad sexual.
Afirmó categóricamente: «suscribo punto por punto lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad» y pidió a los presentes que no se dejaran llevar por la compasión o el sentimentalismo ante la herida abierta que tienen las personas homosexuales. «Necesitamos vuestro sentido del humor, vuestra acogida y que no cedáis a nuestros chantajes emocionales».
También concedió una entrevista a la COPE que podrán escuchar el viernes 23 de mayo, a las 13:30, en el programa El Espejo de la Iglesia en La Rioja.
Incluyamos en nuestras oraciones a los cristianos homosexuales que, como él, dan la cara para llevar el mensaje de amor y redención que Dios, a través de la Iglesia, ofrece a los hombres que sufren por las dudas morales que les acosan, por este vicio de la conducta y por las consecuencias nefastas que se derivan de él.
Estas son otras respuestas suyas en la entrevista concedida a Religión en Libertad, en enero de 2013:

 

P.¿Tuvo algo que ver la conciencia a la hora de decantarse por la continencia? R.- Un director espiritual me decía que la conciencia era el otro nombre del Espíritu Santo. Y como estoy convencido que el Espíritu Santo, muy especialmente mediante el don del bautismo, está presente en el corazón de cada ser humano, pienso que también se expresa a través del sentido común, de nuestra libertad y de nuestra conciencia. Sí: mi observación de lo real, a la luz de la Iglesia, me ha ayudado a optar por la castidad.
P.¿Se puede evangelizar a homosexuales con el Magisterio de la Iglesia? R.- ¡Por supuesto! El mensaje de la Iglesia es realista porque sitúa a la persona y a su libertad en el centro de todo. Para los homosexuales que prefieren limitarse a sus actos o a sus pulsiones es difícil recibir ese mensaje como una Buena Nueva.
P.- ¿Qué es lo que no entienden? R.- Que el camino católico es liberador: para la Iglesia católica, una persona homosexual, aunque sienta una atracción física seria y real hacia otra persona del mismo sexo, siempre será libre de no dejarse reducir a la homosexualidad y de no plasmarla en forma de pareja. Según el Magisterio católico, la diferencia entre sexos y la identidad de hijo de Dios, son los dos pilares fundamentales que definen al ser humano.
P.- ¿Y la orientación sexual? R.- Aunque pueda ser profunda, no es fundamental: el hombre es algo más que sus fantasmas genitales o sus sentimientos del momento. Está llamado a algo más grande, más duradero, más objetivo y más libre.

MARTACM

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