Santiago el Mayor, Patrón de España.

SantiagoApostol-25Julio

Fue uno de los 12 apóstoles del Señor.

Era hermano de San Juan evangelista. Se le llamaba el Mayor, para distinguirlo del otro apóstol, Santiago el Menor, que era más joven que él. Con sus padres Zebedeo y Salomé vivía en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea, donde tenían una pequeña empresa de pesca. Tenían obreros a su servicio, y su situación económica era bastante buena pues podían ausentarse del trabajo por varias semanas, como lo hizo su hermano Juan cuando se fue a estarse una temporada en el Jordán escuchando a Juan Bautista.

Santiago formó parte del grupo de los tres preferidos de Jesús, junto con su hermano Juan y con Simón Pedro. Después de presenciar la pesca milagrosa, al oír que Jesús les decía: «Desde ahora seréis pescadores de hombres», dejó sus redes y a su padre y a su empresa pesquera y se fue con Jesucristo a colaborarle en su apostolado. Presenció todos los grandes milagros de Cristo, y con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la Transfiguración del Señor y en su Oración en el Huerto de Getsemaní. ¿Por qué lo prefería tanto Jesús? Quizás porque (como dice San Juan Crisóstomo) era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del Redentor, o porque iba a ser el primero que derramaría su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.

Aparece como una persona apasionada, llena de arrojo y decisión, capaz de ponerlo todo en juego; como una persona que arrasa por su empuje y que no se para en echar cálculos y medir consecuencias. Santiago forma parte del grupo inicial de la Iglesia Primitiva de Jerusalén.

Estuvo presente en momentos muy importantes de la vida de Jesús y se ha considerado uno de sus discípulos predilectos. Asistió, junto con Juan y Pedro, a la resurrección de la hija de Jairo. Fue testigo en la Transfiguración en el Monte Tabor y estuvo también el El Huerto de Getsemaní.

Lucas nos relata uno de sus momentos: “junto a su hermano Juan solicitó de Jesús que hiciese bajar fuego del Cielo para arrasar a inhospitalarios samaritanos que se negaban a dar albergue al maestro”.

La tradición le atribuye una gran labor de evangelización en la provincia hispánica que le correspondió en el reparto que los Apóstoles realizaron con el fin de difundir el Evangelio de Cristo.

Viajó desde Jerusalén hasta Cádiz (España), cruzando el mar Mediterráneo cuando los apóstoles fueron enviados por Jesús a predicar. Desembarcó en la Península Ibérica y cristianizó la región. Sus predicaciones no fueron bien recibidas, por lo que se trasladó posteriormente a Zaragoza. Aquí se convirtieron muchos habitantes de la zona. Estuvo predicando también en Granada, ciudad en la que fue hecho prisionero junto con todos sus discípulos y los convertidos.

Santiago llamó en su ayuda a la Virgen María, que entonces vivía aún en Jerusalén rogándole lo ayudase. La Virgen le concedió el favor de liberarlo y le pidió que se trasladara a Galicia a predicar la fe, y que luego volviese a Zaragoza.

Probablemente sería en el año 41 cuando llegó a España y permaneció en ella hasta fines del año 42. Recorrió los caminos de Itálica, Mérida, Coimbra, Braga, Iria, Lugo, Astorga, Palencia, Horma, Numancia y Zaragoza, donde se le apareció la Virgen en el Pilar. Después, por el Ebro, pudo tomar la Via Augusta de Tortosa a Valencia, Chinchilla y Cazlona para regresar desde un puerto murciano o andaluz a Palestina.

Santiago cumplió su misión en Galicia y regresó a Zaragoza, donde corrió muchos peligros. Una noche, el apóstol estuvo rezando intensamente con algunos discípulos junto al río Ebro, cerca de los muros de la ciudad, pidiendo luz para saber si debía quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y le pedía que rogara con él para pedir consejo y ayuda a su divino Hijo Jesús, que nada podía entonces negarle. De pronto, se vio venir un resplandor del cielo sobre el apóstol y aparecieron sobre él los ángeles que entonaban un canto muy armonioso mientras traían una columna de luz, cuyo pie, en medio de un rayo luminoso, señalaba un lugar, a pocos pasos del apóstol, como indicando un sitio determinado.

Sobre la columna, se le apareció la Virgen María. Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando de rodillas, y recibió internamente el aviso de María de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse. María le indicó que, una vez terminada la iglesia, debía volver a Jerusalén.

Santiago se levantó, llamó a los discípulos que lo acompañaban, que habían oído la música y visto el resplandor; les narró lo demás, y presenciaron luego todos cómo se iba desvaneciendo el resplandor de la aparición. En el lugar de la aparición, se levantó lo que hoy es la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, un lugar de peregrinación famoso en el mundo entero que no fue destruido en la guerra civil española (1936-1939), puesto que las bombas que se lanzaron no explotaron, pudiéndose hoy en día verse expuestas en el interior de la Basílica.

Santiago partió de España, para trasladarse a Jerusalén, como María le había ordenado, dejando a siete discípulos que continuaron su labor evangelizadora.

En este viaje visitó a María en Éfeso. María le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera. Santiago se despidió de María y de su hermano Juan, y se dirigió a Jerusalén, donde al poco tiempo fue hecho prisionero.

Fue llevado al monte Calvario, fuera de la ciudad. Durante el recorrido, estuvo predicando y aún fue capaz de convertir a algunas personas. Cuando le ataron las manos, dijo: “Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua”. Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y lo sanase. El apóstol le contestó: “Ven tú hacia mí y dame tu mano”. El tullido fue hacia Santiago, tocó las manos atadas del apóstol e inmediatamente sanó.

Josías, la persona que había entregado a Santiago, fue corriendo hacia él para implorar su perdón. Este hombre se convirtió a Cristo. Santiago le preguntó si deseaba ser bautizado. Él dijo que sí, por lo que el apóstol lo abrazó y le dijo: “Tú serás bautizado en tu propia sangre”. Y así se cumplió más adelante, siendo Josías asesinado posteriormente por su fe.

En otro tramo del recorrido, una mujer se acercó a Santiago con su hijo ciego para alcanzar de él la curación para su hijo, obteniéndola de inmediato.

Una vez llegado al Monte Calvario, el mismo lugar donde años antes fue crucificado nuestro Señor, Santiago fue atado a unas piedras. Le vendaron los ojos y le decapitaron.

Fue Herodes Agripa, rey de Judea ( Act, XII, 2), nieto de Herodes El Grande,  quien lo manda decapitar con espada. Fue hacia el año 44, y Santiago se convirtió en el primer apóstol en verter su sangre por Jesucristo.

El cuerpo de Santiago estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén, prohibiéndose que fuese enterrado.

Cuando se desencadenó una nueva persecución contra los cristianos y sus simbologías, su cuerpo fue trasladado por los Apóstoles a la Península Hispánica. En secreto, durante la noche trasladaron su cuerpo hasta la orilla del mar, donde encontraron una barca preparada para navegar pero sin tripulación. Allí depositaron en un sepulcro de mármol el cuerpo del apóstol que llegaría de nuevo a España. Llevado en un bajel hasta Iria Flavia, puerto romano en la costa Gallega. Desembarcaron y caminaron unas 4 leguas hacia septentrión por la antigua vía romana de Iria a Brigatium llegando a Liberodonum,  enterraron su cuerpo en un compostum o cementerio en el cercano bosque de Liberum Donum, donde levantaron un altar sobre el arca de mármol. Elevaron un mausoleo, “Arca marmorica”, según diplomas de Alfondo III, Ordoño II, Ordoño III y Sancho el Craso. Según la tradición, junto al sepulcro de Santiago reposaban los cuerpos de sus discípulos Atanasio y Teodoro.

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Tras las persecuciones y prohibiciones de visitar el lugar, se olvidó la existencia del mismo, hasta que en el año 813 el eremita Pelayo observó resplandores y oyó cánticos en el lugar. En base a este suceso se llamaría al lugar Campus Stellae, o Campo de la Estrella, de donde derivaría al actual nombre de Compostela.

El eremita advirtió al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, quien después de apartar la maleza descubrió los restos del apóstol identificados por la inscripción en la lápida.

Informado el Rey Alfonso II del hallazgo, acudió al lugar y proclamó al apóstol Santiago patrono del reino, edificando allí un santuario que más tarde llegaría a ser la Catedral. A partir de esta declaración oficial los milagros y apariciones se repetirían en el lugar, dando lugar a numerosas historias y leyendas destinadas a infundir valor a los guerreros que luchaban contra los avances del islam y a los peregrinos que poco a poco iban trazando el Camino de Santiago.

Durante la época de la Reconquista , Santiago se convierte en un personaje al que se invoca para obtener la protección divina en la lucha frente al infiel. Surge un Santiago Matamoros. Y en las ensangrentadas luchas contra los moros , en muchas ocasiones la victoria se atribuía a la ayuda e intervención divina merced a la invocación a Santiago.

En el año 844, otro fenómeno sobrenatural daría el definitivo espaldarazo a la figura de Santiago como encarnación de la Reconquista. El 23 de mayo en Clavijo, cerca de Logroño, el rey Ramiro I de Asturias se enfrenta a las tropas musulmanas de Abderramán II en clara desventaja numérica. En pleno fragor de la batalla el apóstol Santiago aparece espada en mano a lomos de su famoso caballo blanco repartiendo tajos entre los infieles. Los cristianos vencen contra pronóstico y el mito jacobeo traspasa definitivamente los Pirineos. Nace el apelativo de Santiago Matamoros.

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En el siglo X la peregrinación a Compostela es un hecho consolidado en la cristiandad. Es la época del camino de la costa, más seguro que los del interior, expuestos a las correrías árabes. Será a partir del año 1000 cuando se popularizan las peregrinaciones a Santiago, como antes lo hicieran los romeros con Roma o los palmeros con Jerusalén. Los monarcas comprendieron que mantener el Camino libre y expedito era asegurarse una vía de vital importancia económica, comercial y militar para controlar su territorio.

Dos son los reyes que más apoyarán la ruta jacobea: el navarro Sancho III el Mayor y el castellano Alfonso VI. El Camino se dota de una serie de infraestructuras (calzadas y puentes) y de lugares asistenciales para el peregrino. Fundamentales en este campo han sido las órdenes religiosas hospitalarias, entre las que destaca la de Cluny.

La primera eclosión en las peregrinaciones a Santiago se produce en los siglos XI y XII, coincidiendo con el esplendor del arte románico. En 1122 el Papa Calixto II proclama Año Santo Jacobeo aquel en el que el 25 de julio coincida en domingo. Multitudes de gentes comienzan a llegar de todas partes de Europa dando un toque cosmopolita a las ciudades por las que pasa el camino. El Camino Francés es el más utilizado y por Roncesvalles se constatan miles y miles de peregrinos en estos años, más tarde con la conquista de Zaragoza se habilitaría el ramal de Somport a Puente La Reina. Las antiguas calzadas romanas de Burdeos a Astorga pasando por Vitoria y Briviesca y de Astorga a Iria Flavia sirven de base a la ruta jacobea y surgen gran cantidad de burgos y ciudades que acogen una nueva clase urbana de artesanos y comerciantes, la mayoría francos.

La Reconquista, todo un proceso que transcurre desde el año 711 a 1492 hasta que Granada es tomada por los Reyes Católicos y se cierra el ciclo y la unidad de España.

A partir del siglo XIV el Camino entra en declive, la peste negra ha diezmado la población europea, la cristiandad comienza a dividirse (los protestantes consideraban las peregrinaciones como actos populacheros), el mundo comienza a ensancharse y los monarcas dedican sus esfuerzos a conquistar nuevos mundos.

Allá por el siglo XVI, el Arzobispo de Santiago, Juan San Clemente, ocultó el cuerpo por temor a los ingleses que se aproximaban a la ciudad. Cuando más tarde el Cardenal Payá ocupó la sede de Compostela descubrió nuevamente las reliquias del santo. Inició un minucioso proceso que envió a Roma y finalmente una Bula de León XIII ” Deus omnipotens, del 1 de Noviembre de 1884 ratificó y confirmó la Sentencia de la Comisión Especial de la Sagrada Congregación de Ritos, en la que se declaraban auténticas las reliquias de Santiago y de sus discípulos Atanasio y Teodoro.

La figura de Santiago, como Patrón de España, ha sido acogida a lo largo de toda nuestra historia de reconquista y conquista. Ahora comienza el Descubrimiento de América y de nuevo la figura de Santiago se hace notar: la intervención de Santiago es decisiva, en la mente de los descubridores y conquistadores:   “Y como cayó en tierra se espantaron los yndios y dijeron que abia caído yllapa, trueno y rayo del cielo,… Y asi bajó el señor Santiago a defender a los cristianos. Dizen que vino encima de un cavallo blanco,… y el santo todo armado y su bandera y su manta colorado y su espada desnuda y que venía con gran destrucción y muerto muy muchos yndios y desbarató todo el cerco de los indios a los cristianos que había ordenado Manco Inca y que llevaba el santo mucho ruido y de ellos se espantaron los indios. (..) Y desde entonces los indios al rayo lo llaman y le dicen Santiago…(F. Guaman Poma, 1615)

En los siglos XVII y XVIII se mejoran las comunicaciones y el Camino recobra parte del prestigio y recibe peregrinos ilustres, sin embargo en el XIX los librepensadores, los descubrimientos científicos, la revolución industrial y el desarrollo urbano no se llevan bien con un modo de vida con reminiscencias medievales. Fue tan aguda la crisis que en 1884 el papa León XIII tuvo que declarar verdaderos los restos del Apóstol reaparecidos en unas excavaciones (se habían escondido en el siglo XVI ante las amenazas de las incursiones inglesas comandadas por el pirata Francis Drake).

Símbolo Santiago

Hoy, la peregrinación a Santiago ha recobrado el esplendor de antaño. En 1985 la UNESCO declaró la ruta jacobea como Patrimonio Universal de la Humanidad.

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