«Venid y vamos todos, con flores a María»

Con ocasión del mes de mayo, hablamos sobre los orígenes de la devoción mariana en los primeros cristianos.

No se conoce cuándo la Iglesia comenzó a celebrar en concreto, el mes de mayo como el mes de María.

 

Puede que sus orígenes, estuviera en la antigua Roma con el esplendor de la primavera, y desde entonces los cristianos dedicaron el mes de mayo a la Virgen, madre de Dios y de todos los hombres.

 

La Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios desde los albores del cristianismo. Ya los primeros cristianos, dieron culto amoroso a la Virgen. En las pinturas de los tres primeros siglos del cristianismo, que se conservan en las catacumbas romanas, se la contempla representada con el Niño Dios en brazos.

 

“Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada”

 

Como han puesto en evidencia los estudios mariológicos recientes, la Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios y Madre nuestra desde los albores del cristianismo. En los tres primeros siglos la veneración a María está incluida fundamentalmente dentro del culto a su Hijo.

 

Los Padres de la Iglesia resumen el sentir de este primigenio culto mariano refiriéndose a María con estas palabras: «Los profetas te anunciaron y los apóstoles te celebraron con las más altas alabanzas».

 

De estos primeros siglos sólo pueden recogerse testimonios indirectos del culto mariano. Y entre ellos se encuentran algunos restos arqueológicos en las catacumbas, que demuestran el culto y la veneración, que los primeros cristianos tuvieron por María.

 

Tal es el caso de las pinturas marianas de las catacumbas de Priscila: en una de ellas se muestra a la Virgen nimbada con el Niño al pecho y un profeta (quizá Isaías) a un lado; las otras dos representan la Anunciación y la Epifanía. Todas ellas son de finales del siglo II.

 

En las catacumbas de San Pedro y San Marcelianose admira también una pintura del siglo III/IV que representa a María en medio de San Pedro y San Pablo, con las manos extendidas y orando.

 

Una magnífica muestra del culto mariano es la oración “Sub tuum praesidium” (Bajo tu amparo nos acogemos)  que se remonta al siglo III-IV, en la que se acude a la intercesión a María.

 

Historia de la tradición «Mes de María».

 

Las primeras referencias en nuestra historia reciente del “Mes de María” son del siglo XIII, en el que el Rey Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla, invita a rogar a María en una de sus Cantigas, “Bienvenido Mayo”.

 

En el siglo siguiente, los joyeros de París llevaban a la Virgen un “mayo”: rama de plata adornada con brillantes y cintas. El mismo diccionario de la lengua castellana recoge la acepción.

 

En el siglo XVI la devoción se extiende por Alemania e Italia: un monje alemán legó un pequeño opúsculo titulado “Mayo espiritual”, en el que figura el primer esbozo de la celebración del Mes de María. Por esas fechas San Felipe Neri aconsejaba a los jóvenes veneraran a María durante el mes de mayo.

Son novicios dominicos los que en Fiésole, en el siglo XVII, dedicaban a la Virgen los primeros domingos de mayo.

 

“María dio Fe a las palabras del ángel y por la Fe concibió y fue escogida para que, por su medio, naciera entre los hombres nuestra Salud. María es bienaventurada porque oyó la palabra de Dios y la puso en práctica; porque guardó la verdad más en su mente que en su seno”

San Agustín

 

María es la única mujer de toda la historia de la humanidad a la que Dios permitió nacer sin pecado original, la madre de Cristo y siempre Virgen, que fue asunta al cielo en cuerpo y alma.

 

Y ahora, nosotros tenemos 30 días por delante en este mes de mayo para dedicarlos especialmente a Nuestra Madre.

 

Pero como venimos contando, ¿por qué el mes de mayo es el mes de la Virgen María? Si la Iglesia está celebrando la Resurrección de Jesús, ¿por qué se rinde homenaje también a María en este mes?

 

Esta tradición lleva pocos siglos en vigor como ya hemos dicho y coincide con el comienzo de la primaveray el destierro del invierno. El «triunfo de la vida»que simboliza la primavera es uno de los motivos por los que se sitúa en mayo el mes de la Virgen, Madre de la Vida, de Jesús.

 

Además, la presencia de este homenaje particular a María se corresponde con otorgar un sentido cristiano a este mes y en esta estación. La Grecia y la Roma clásicas también celebraban la llegada de la primavera. Lo hacían con festividades, oraciones y flores para Artemisa y Flora, ambas consideradas diosas de la fertilidad.

 

Esta tradición dio un vuelco a finales del siglo XII y ya en pleno siglo XIII cambió de página en el calendario. Nació la fiesta de «La devoción de los treinta días a María», que tenía lugar entre la segunda quincena de agosto y la primera de septiembre.

 

Es ya en el siglo XVII como hemos indicado, cuando volvió a incluirse el culto especial a María en el mes de mayo, que es el que ha llegado hasta la actualidad.

 

La primavera y el mes de mayo presentan una naturaleza verde, en flor, con buen tiempo. Ese reflejo de la belleza de la naturaleza, también habla de María, de su belleza y de su virtud.

 

La celebración de este mes de mayo es más que una tradición entre los cristianos, es un homenaje y una acción de gracias hacia quien es Nuestra Madre.

Como «regalos» para Ella, se suelen hacer muchas cosas. Entre ellas, el rezo del Rosario, los rezos, los cánticos, las ofrendas florales o la meditación de sus dogmas. Son algunas ideas con las que honrar a María en este mes de mayo.

Oración

 

¡Oh María!, durante el bello mes que te está consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos rezado, cantado y esparcido frescas flores a tus pies, y hemos adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Más, ¡Oh María!, aunque esto te agrada, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que Tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que Tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.

En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres.

 

Amén. 

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