Santo Domingo de la Calzada

Santo DomingoDifícil es atinar con la verdad, con la medida de lo justo, cuando se trata de describir la historia. Si ésta es sobre un hecho, una persona, una institución actuales, porque la abundancia de documentación puede crear un monstruo; si se hace sobre un pasado lejano, generalmente carente de documentos, se puede caer en el raquitismo histórico, en fórmulas manidas, en un salir del paso.

El presente es un ejemplo típico del segundo caso. De un hombre santo se ha hecho un mito porque, a pesar de los muchos estudios biográficos que se le han dedicado, casi ninguno ha arrancado de una base suficientemente fundamentada: el documento escrito coetáneo. Sus biógrafos se han echado en manos de la leyenda, de las fábulas, de la costumbre, y nos han presentado una versión-caricatura que no beneficia en nada a la verdad histórica.

De cualquier manera no es éste el único caso. La hagiografía en general está jalonada de vidas de santos absurdas, ñoñas, como si éstos no hubieran sido hombres igual que nosotros, como si fueran entes sobrenaturales en sí, sin darse cuenta de que si hubieran sido tales seres sobrenaturales no tendríamos razones para admirarles.

Ahora bien, eso ha sido fruto de las modas, que en Historia también se dejan sentir. Más del noventa por cien de las biografías dedicadas a Domingo de la Calzada se escribieron entre los siglos XVII al XIX, centurias en las que, en materia histórica, se atiende más a lo descriptivo y narrativo que a lo estrictamente crítico. Centurias en las que la Historia-ciencia se hace de una manera intuitiva más que sobre el estudio de fuentes verdaderas.Así nacen la Historia de la vida y milagros de Santo Domingo de la Calzada.

Sin embargo, creemos que está por hacer su verdadera biografía, la auténtica, en la que el mito se diga que es mito y la real, real. Donde se presente al hombre y su obra y, fruto de ambos, la santidad. Podría constituir una buena tesis doctoral. Y Santo Domingo saldría beneficiado.

Porque hay, sin duda alguna, un Domingo de la Calzada economista, administrador de bienes, como se rastrea en la documentación calceatense; hay también en él un sociólogo que merecerá por su obra la atención de los reyes de CastilIa; un repoblador; un fundador. Facetas todas ellas eclipsadas ciertamente por las de arquitecto, monje, factor de milagros, de las que se ha hablado en todos los sitios y no deben oscurecer a aquéllas. Porque la personalidad de Domingo de la Calzada es la suma total de todos estos factores. Y la suma total está por hacer todavía.

En estas breves líneas será imposible condensar lo que fue la dilatada vida de Domingo. Por lo tanto, éstas no son más que un esbozo, unos apuntes de lo que, a pesar de lo realizado, resta por investigar o aclarar sobre el Santo.

Para alcanzar a entender la verdadera gesta y la personalidad de Domingo de la Calzada hay que valorar justamente su actuación como hombre, pero no como hombre elegido, casi sobrenatural, sino como un ser que convive con otras, que se debe a otros, que llegará a la santificación merced a que ha luchado por hombres como él. Es decir, hay que enraizar a Domingo de la Calzada en su tiempo y comprobar si es merecedor de haber vivido en su entorno.

Lo de menos es saber si nació o no en Viloria, entre Grañón y Belorado, en fecha desconocida a, por la menos, no comprobada. Lo que importa es saber que vive a caballo de los siglos XI y XII, período de tiempo interesante desde varios puntos de vista: político, económico, social, religioso.

Hijo de un labrador llamado Ximeno García y de su esposa Orodulce, tras el fallecimiento de sus padres, intentó ser admitido en los monasterios benedictinos de Valvanera y San Millán de la Cogolla, pero no lo consiguió. Tras este traspié se retiró como eremita a un lugar apartado en los bosques de encinas de Ayuela, lugar cercano al actual Santo Domingo de la Calzada, llevando una vida contemplativa hasta 1039.

Sobre ese año comenzó a colaborar con Gregorio, obispo de Ostia, llegado a Calahorra como enviado papal para combatir una plaga de langosta que asolaba los territorios navarros y riojanos. Este le otorgó la ordenación sacerdotal. Juntos construyeron un puente de madera sobre el río Oja para facilitar el tránsito de los peregrinos hacia Compostela. Hasta la muerte de Gregorio en 1044.

Tras morir Gregorio, volvió a la zona de Ayuela y emprendió una profunda labor de colonización. Taló bosques, roturó tierras y comenzó la construcción de una calzada de piedra que supuso una desviación del camino tradicional por la calzada romana entre Logroño y Burgos, pero que se convirtió, a partir de entonces, en la ruta principal entre Nájera y Redecilla del Camino. Por esta labor es conocido como Domingo de la calzada.

Para mejorar las condiciones de los peregrinos que empezaron a transitar la nueva calzada, sustituyó el puente de madera que había construido con Gregorio por uno más robusto de piedra, y construyó un complejo integrado por hospital, pozo e iglesia, para atender a las necesidades de los viajeros, donde en la actualidad se encuentra la Casa del Santo, utilizada como albergue de peregrinos.

Al apoderarse de La Rioja en 1076, Alfonso VI de León, viendo que el desarrollo del Camino contribuía a su proyecto de la incorporación de la zona a su reino, se hizo partidario del santo, de sus obras, y de su villa, visitando a Domingo en 1090 y responsabilizándole de las obras viarias que se realizaban a lo largo del Camino de Santiago. En esos momentos, y con la ayuda de su discípulo Juan de Ortega, había iniciado ya la construcción de un templo dedicado al Salvador y Santa María. Este fue consagrado por el obispo de Calahorra en 1106. En el exterior del templo y adosado a sus muros, el santo escogió un lugar para su propia sepultura.

El burgo, llamado Masburguete o Margubete que se dice hoy día, de Santo Domingo de la Calzada empezó como unas pocas casas construidas en torno a la ermita del santo durante su vida. Al morir Domingo en 1109 ya contaba la villa con una creciente población. La iglesia de Santo Domingo de la Calzada, en la que fue enterrado, fue elevada al rango de catedral poco después, al trasladarse a esta la diócesis de Calahorra en 1232 hasta 1235.

Así pues, por los años en que debió nacer y vivir Domingo de la Calzada, la Península Ibérica atraviesa un momento trascendental de su historia. Políticamente, la España cristiana va a sacar el jugo a la musulmana en forma de parias, enriqueciéndose. La frontera entre ambos mundos se fijará en el Sistema Central. Y monarquía, nobleza y clerecía castellano-leones as acometerán la ingente tarea económica-social de la repoblación del país. Es el momento en que nace toda una floración de ciudades que participa del resurgimiento urbano europeo. Así nacerán Jaca, Estella y se reorganiza otras como Santiago, Lugo, Sahagún, Logroño, Carrión de las Condes …

A lo largo de vías establecidas, de las que sobresale la del Camino de Santiago, el comercio recibe sangre nueva, poniendo en movimiento el oro musulmán. En fin, España, aunque dividida en reinos diversos, se pone en comunicación con Europa.

Religiosamente, la España cristiana vuelve sus ojos a Roma, con quien había perdido toda relación desde que, en el siglo VIII, la invadieran los musulmanes. Es el siglo en que el arte románico se enseñorea de nuestra patria del Sistema Central fronterizo para arriba.

Vistos vertiginosamente los fundamentos principales de este siglo XI cristiano hispánico, no queda sino decir que Domingo de la Calzada fue significado partícipe en muchos de ellos. Su aportación más conocida, la relativa al Camino o Calzada de Santiago. Efectivamente, el siglo XI sirve de fijación definitiva del Camino, pues, por un lado, la estabilización política y, por otro, la abundancia material, permitieron trazar la ruta idónea, valiéndose de importantes obras de ingeniería, generalmente puentes, como los de Logroño, Ponferrada, Puente la Reina, etc., amén del construido por nuestro personaje anteriormente relatado con la la ayuda de Gregorio de Ostia. Anteriormente, el antiguo camino iba de Nájera, por Leiva, a Briviesca, pero, habiéndose convertido Burgos en capital del recién estrenado reino de Castilla, los peregrinos tendieron a alcanzar esta ciudad, a través de los Montes de Oca, paso natural.

Tradición e historia caminan acordes al señalar a Domingo de la Calzada, ex-pastor de ovejas en su infancia, como el constructor de la ruta entre Nájera y Redecilla del Camino, colaborando humanitariamente en la ingente tarea emprendida por los reyes Sancho Ramírez (en Aragón y Navarra) y Alfonso VI (en Castilla y León).

A la mano de Domingo se debieron el acondicionamiento del Camino en este tramo, así como la construcción de un puente sobre el Oja, mejoras ambas de tal relieve que la ruta jacobea se trasladó definitivamente hacia el sur. En este punto, todos los biógrafos de nuestro personaje echan el resto comentando la resistencia de los habitantes de estas tierras a colaborar en una empresa que, a la par que humanitaria, era económica, circunstancia por otra parte nunca nueva.

Ahora bien, junto a esta calzada y esos puentes, o junto a las ciudades-etapa a lo largo del Camino, fueron surgiendo hospederías y hospitales, albergues de peregrinos, obras estatales –diríamos– unas, piadosas, y particulares las más, que dieron seguridad y cobijo al caminante en una época en que los campos y caminos eran inseguros y temidos a causa de los bandidos que vivían de ellos.

En este aspecto, Domingo de la Calzada tuvo también algo que decir fundando, en el lugar que eligiera para su retiro primitivo, una hospedería en la que, personal y desinteresadamente, atendía a todo aquel que pasara hacia o de Santiago. Este es lisa y llanamente el origen de lo que hoy es la ciudad de Santo Domingo de la Calzada, pues la hospedería engendró, como en tantos otros puntos del Camino, una aglomeración humana donde, desde un principio, se combinaron los distintos aspectos que en sí entrañó la vía jacobea: artísticos, religiosos, económicos, repobladores, etc …

Existe un tercer aspecto, en esta visión de Domingo como hombre de su época, que es digno de tener en cuenta. El aspecto más que social -porque social es toda su obra-, repoblador Y organizador de toda una comarca que va del río Najerilla al Tirón, puesto que al revitalizarIa con la fijación del Camino, originó riqueza, afincó comerciantes, labriegos, artesanos; dio, en fin, nacimiento a una comunidad nueva. Ven el centro de esta comarca amplia no sólo dio origen a la ya citada ciudad de Santo Domingo de la Calzada actual, sino que organizó su dilatada vida.

Es curioso, pero nadie se imagina a Domingo de la Calzada comprando tierras, recibiendo donaciones, efectuando cambios y permutas para configurar lo que habría de ser el patrimonio de su fundación y el núcleo físico del Santo Domingo-ciudad actual.

Para ello hay que recurrir a la documentación, todavía virgen en su mayor parte donde él o sus sucesores reciben heredades, donadas para la santa casa fundada por él, compran campos, lugares, amasando la fortuna que ha de servir de sostén a sus piadosas fundaciones: la hospedería, el hospital, el puente, la iglesia.

Domingo es, sin lugar a dudas, hijo de su época, viviendo sus problemas y tratando de darles una solución cristiana. Y aquí nos empezamos a identificar ya con el Santo.

Domingo se preocupa del Camino que le dará su sobrenombre por sus peregrinos, no por su dinero; Domingo organiza un nuevo núcleo de población que aún perdura, porque al calor de la hospedería acuden pobladores; Domingo, con su santo quehacer, repuebla una extensa zona, la vivifica, como en otros casos hicieran comunidades enteras.

Pronto su obra comenzó a cobrar fama. y lo que es más, el beneplácito real. Así nos lo muestra Alfonso VI (1076) cuando pasa con sus ejércitos a reconquistar la Rioja, entrevistándose con Domingo, al que beneficia con tierras y anima a proseguir por el mismo camino. Desde entonces el nuevo núcleo de población creció al amparo de los monarcas castellanos, aun después de muerto el artífice, en 1109.

Alfonso el Batallador, rey de Castilla por matrimonio con Urraca, tomaría bajo su protección todo lo perteneciente a Santo Domingo de la Calzada, añadiéndole bienes, primero lugares en Jubarte, luego en Bilibio, cerca de Bañares.

Consolidada ya la obra de Domingo, Alfonso VII la haría objeto de atenciones especiales, señalando sus términos, concediendo franquicias a los habitantes del nuevo burgo de Santo Domingo, como se le llamaba, franquicias sobre disfrute de selvas, pastos, montes, aguas, etc., y confirmación de todas las donaciones y concesiones que se habían hecho a los pobladores del nuevo burgo.

El burgo de Santo Domingo adquirió velozmente tal importancia que pronto habrían de disputárselo los obispos de Calahorra y Burgos, episodio tantas veces repetido en nuestra Edad  Media, hasta que, en este caso, Alfonso VII tomó cartas en el asunto para decidir a favor de aquél.

Mal estaría seguir hablando de Domingo de la Calzada si no relatáramos algo de lo que pudiéramos calificar de obra humanitaria, por llamarle de alguna manera, puesto que tan humanitario es cuanto acabamos de tratar como los hechos que se consideran generalmente como tales.

Debía rozar los veinte años de edad cuando se asienta en un bosque de la vega del río Oja, por entonces semidesierta, a donde llega herido en su vocación hacia Dios, pues ha sido rechazado como presunto monje en el monasterio de San Millán de la Cogolla y en la abadía de Santa María de Valvanera, y como compañero de un anacoreta que tiene su morada en los montes que rodean al San Lorenzo.

Poco antes alcanzaba la Península como legado de Benedicto IX, Gregorio, obispo de Ostia, a quien Domingo de la Calzada -tres veces rechazado como monje- deberá, si no su fe, sí sus enseñanzas. Con él recorrerá el país durante cuatro cortos año  hasta que en 1044 fallezca su maestro, acontecimiento que llevará a Domingo, como acabamos de decir, al valle del Oja citado.

Es aquí donde comienza a compaginar su fe, su entrega a Dios y a sus semejantes con los problemas reales que le rodean, que le configuran como hombre de su tiempo y que, en parte, acabamos de tratar.

Por estas tierras sabe de las penalidades de los peregrinos que se pierden de la Ruta Jacobea del norte; conoce la falta de asistencia hospitalaria; se entera de las malas condiciones que presenta el río en épocas de crecida; le duelen las escenas de bandidaje que sufren a menudo los romeros.

Y sólo así, sin ayuda de nadie más bien con la desaprobación de los pueblos limítrofes, sin medios económicos, pero con la fuerza que dan fe y juventud, emprende la tarea que cristalizará en un puente, un camino, un hospital, una hospedería, un convento, una catedral, una ciudad, un altar.

El ermitaño como dice Pérez de Urbel, era enfermero, médico, cocinero, albañil y arquitecto, y a cada uno de estos oficios se entregó con ímpetu renovado, desdoblándose.

Sus ingresos, limosnas primero; luego, donaciones piadosas hechas a cambio de un lugar donde reposar eternamente cerca del Santo. Al final, la iglesia, surgida en torno a su primera ermita. habría de alcanzar el honor de ser constituida primero colegiata, y luego catedral. Y él mismo habría de convertirse en maestro de futuros monjes, incluso de un futuro santo, continuador de su extraordinaria obra, Juan de Ortega.

Su lección, contando con la protección real que supo merecer, como se ha dicho, fue continuada por los que fueron abades de Santo Domingo de la Calzada: Munio, Sancho, Lope, Pedro, Diego, etc., personajes a estudiar a través de la documentación existente.
La presencia de Domingo en milagros y leyendas miIagrosas

Nada más morir Domingo de la Calzada el 12 de mayo de 1109 el núcleo de población originado por él comenzó a recibir el ya citado nombre de burgo de Santo Domingo. Alfonso I el Batallador, por ejemplo, al tomar bajo su protección todo lo perteneciente a la nueva población, se refiere a Santo Domingo, es decir, llama a la ciudad Santo Domingo. La documentación inmediatamente posterior no lo sabe citar ya de otra manera.

Es decir, Domingo de la Calzada ganó al día siguiente de morir el honor de la santidad, otorgado por quienes fueron sus contemporáneos. Los motivos para alcanzar este trato y consideración especiales, más que hechos sobrenaturales fueron trabajos de cada día: socorrer, ayudar, auxiliar, dar de comer, escuchar, entregarse, perdonar. Motivos todos ellos más que suficientes, por la intensidad con que los prodigó, para añadirle el santo calificativo.

Sin embargo, poco a poco, la imaginación humana se encargó de redondear la figura del Santo calceatense. Y entramos aquí en un terreno que, a través de pertinentes estudios, convendría aclarar. Porque indudablemente en muchos de estos aspectos hay mucho de realidad, pero tan teñida de imaginación, de leyenda, que pueden enmascarar la figura auténticamente real del ermitaño del Oja.

Además no nos debe asustar el hecho, por natural y repetido. Considérese sólo la época que estamos atravesando -siglo XI-, cuando se gesta la epopeya del Cid, cuando a través del Camino Jacobeo penetran en España cientos de leyendas, que se relatan en cada hospedería, en cada pórtico de iglesia.

Por ejemplo, leyenda es, sin ningún género de dudas, el relato de que el Niño Jesús quisiera ser cogido en brazos de Santo Domingo de la Calzada para atravesar el río Oja, como antaño hiciera San Cristóbal, el forzudo santo oriental, leyenda que recogen todos los hagiógrafos reseñados, como cuentan toda una serie de milagros realizados por Domingo para ganarse a sus vecinos en la tarea constructora del puente y de la calzada jacobea, milagros algunos de los cuales aparecen inmortalizados en la piedra de su sepulcro, construido en 1440, demasiado tarde.

Según la historia o la leyenda, peregrinos de toda Europa se vieron favorecidos con milagros prodigiosos ante la tumba del santo: el normando que recobra la vista del ojo definitivamente perdido; el francés que no necesita ya ir a implorar a Santiago, como se le había recomendado, porque ante el sepulcro de Domingo queda libre de los malos espíritus que le invadían; otro francés que, a la vista de la ciudad logroñesa, cura de su mal de ojos repentinamente; el alemán que ve sanada su infección purulenta ante el sepulcro del santo calceatense,muy andado el siglo XIV ….

Pero el milagro más conocido o, mejor dicho, el legendario milagro más conocido atribuido a Santo Domingo de la Calzada es el relativo al gallo y a la gallina, que todavía se perpetúan en la actualidad en la seo calceatense, restos de una tradición piadosa bien conservada, afortunadamente.  Sucedió en la misma ciudad de Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja. En el siglo XIV peregrina a Compostela un joven alemán de 18 años llamado Hugonell, que va acompañado por sus padres. En el mesón donde se hospedan trabaja una muchacha joven que se enamora de él y le requiere de amores, a lo que el muchacho se niega. Despechada y con ansias de venganza guarda en el zurrón del joven una copa de plata y luego le acusa de robo.

El joven Hugonell y sus padres se disponen a partir para seguir el peregrinaje, cuando llega la justicia y comprueban la acusación registrando el zurrón del muchacho. Es encontrado culpable y condenado a la horca. Los padres no pueden hacer nada por él más que rezar a Santiago. Al acercarse al cuerpo ahorcado de su hijo para despedirse oyen cómo éste les habla desde la horca y les dice que está vivo por la gracia del Santo.

Felices y contentos van a comunicar la noticia al corregidor que justo en ese momento está cenando opíparamente unas aves. El corregidor naturalmente se burla de lo que oye y lanza la frase conocida: “Vuestro hijo está tan vivo como este gallo y esta gallina que me disponía a comer antes de que me importunarais”. Y en ese momento, las aves saltan del plato y se ponen a cantar y cacarear alegremente.

Ahora bien, el milagro del ahorcado vivo, o que después de ser ahorcado vive, y de las aves resucitadas deja mucho que desear en cuanto a su autenticidad. Lo cierto es que se trata de un tema jacobeo extendido por la peregrinación y recogido en varios puntos del Camino, tanto en España como en el resto de Europa, con versiones múltiples, entre las que la calceatense se sale de lo corriente, puesto que cambia el santo mediador, pues mientras en todos los demás lugares de la Ruta Jacobea se atribuye este milagro a Santiago, aquí será Domingo en lugar del Santo compostelano.

La versión del milagro del gallo y la gallina atribuido a la mediación de Domingo de la Calzada está extendida por toda Europa occidental: Alemania, Francia, Italia, y forma parte de la iconografía religiosa del occidente europeo, colaborando sobremanera a propagar la celebridad de nuestro Santo.

Y si hoy en día no se despluma a los blancos volátiles para dar constancia y firmeza del milagro entre los romeros, día hubo en que toda Europa se inundó de plumas de los ejemplares calceatenses, plumas exhibidas en los sombreros y que milagrosamente nunca se agotaban, como dice un poco incrédulamente Marineo Sículo.

En recuerdo de este suceso se mantienen en la Catedral un gallo y una gallina vivos durante todo el año. Siempre son de color blanco y proceden de donaciones de devotos del Santo, cambiándose las parejas cada mes. El resto del tiempo permanecen en un gallinero que la Cofradía de Santo Domingo mantiene en su domicilio social.

Frente a esta hornacina que se construyó hacia 1445 y debajo de una ventana románica se conserva un trozo de la madera de la horca del peregrino.

En el Archivo de la Catedral se conserva un documento de 1350 con indulgencias que 180 Obispos conceden «a la Catedral de La Calzada, donde hay un gallo y una gallina blancos, a quienes devotamente giren en torno al sepulcro del Santo, recitando el Padrenuestro, Avemaría y Gloria».SantoDomingoGallinero

Otras buenas obras y milagros de Santo Domingo a favor de los peregrinos de Santiago no parecen haber cesado con su muerte. Varias milagrosas curaciones de peregrinos, ocurridas en la villa, se atribuyen a la influencia de Domingo. Como la curación del caballero francés poseído por el demonio que fue librado del espíritu maligno ante el sepulcro del santo. La curación de un peregrino alemán del siglo XV llamado Bernardo, que se curó de una infección purulenta de los ojos al visitar la tumba de Santo Domingo.

Otra curación de un normando que recobró la vista al visitar la catedral son un claro ejemplo de sus obras.

Otro importante milagro realiza el propio Santo Domingo cuando un muchacho de Corporales, adonde el Santo había ido a pedir ayuda de bueyes para transportar materiales para las obras, le deja dos reses bravas que tenía en el monte, ofreciendoselos con intención de burla. Santo Domingo se encamina hacia el monte, encuentra a las reses, hace la señal de la cruz y los toros le siguen como corderos. Estuvo trabajando con las reses bastante tiempo hasta que fueron devueltos a su propietario con la consiguiente perplejidad.

Nueve tablas pintadas, adornan hoy una pared de la catedral y recuerdan los milagros de Santo Domingo

No quisiéramos, sin embargo, concluir estos apuntes sumarísimos sin formular votos fervientes para que, arrastrados por la brisa de. renovación eclesiástica que se respira en la actualidad, le tocara el turno a nuestro gran Santo.

Es conveniente hacer una biografía seria, científicamente seria, que pusiera cada cosa en su sitio. Veracidad por un lado, leyenda por otro. A nuestro Domingo de la Calzada no le hace falta propaganda. La buena fama y la santidad se las labró él solo con su actuación como hombre. Pero es claro que no se puede evitar que los personajes famosos corran de boca en boca, de página en página, se haga leyenda Y mito de ellos y se falsee su verdadera forma de ser. Realidad y leyenda. Deben saberse ambas, pero diferenciadas, claramente diferenciadas.

Domingo fue un santo popular ya en su tiempo, en el siglo XI, incluso cuando aún no se sabía del famoso milagro ahorcado-gallo-gallina, por el que hoy se le mide en gran parte. El hito que señalara en el Camino, su obra humanitaria, sus altas virtudes, todo ello era tema corriente de la peregrinación.

Desde luego es el más famoso de todos los santos españoles del siglo XI subidos a los altares. Ni San Veremundo de Irache, ni San Olegario de Tarragona, ni San Sisebuto de Cardeña o San Iñigo de Oña, San García de Arlanza, Santo Domingo de Silos o San Fagildo de Antealtares, estos cinco últimos presentes en el traslado de las reliquias de San Isidoro a León, ninguno de ellos, insistimos, alcanzó la fama de Domingo de la Calzada, y eso que muchos de ellos vivieron también al filo del Camino Jacobeo y, por lo tanto, con las mismas posibilidades propagandísticas. Ello significa que, en igualdad de condiciones, es la obra la que les diferencia.

Aun hoy, Santo Domingo de la Calzada no es sólo un topónimo, un lugar en la Ruta. Queda y perdura el espíritu del Santo y su recuerdo, rememorado en el folklore comarcal, testimonio de siglos.

Como testimonio es también la iglesia calceatense catedralicia, aunque de la obra que levantara personalmente el Santo en 1105 y que fuera consagrada en 1106 por el obispo calagurritano Pedro, queda muy poco, enmascarada o sustituida por añadidos y edificaciones posteriores, sobre todo por las obras comenzadas en 1168 con la ayuda de Alfonso VIII.

Domingo, que acabará siendo patrono de los Ingenieros de Caminos Canales y Puertos, de los Ingenieros de Obras Publicas, de Los Colegios de Administradores de Fincas, de Geriatras y Gerontólogos, no fue ni cura ni fraile. Fue un laico sin estudios, no se sabe al menos que los tuviera. A no ser clérigo no contó en su gran labor a favor de los peregrinos con el amparo de la ayuda institucional de la Iglesia. Como tampoco fue un monje, no dispuso de las bibliotecas con los saberes de su tiempo. Lo vemos joven, con enorme ilusión, una capacidad ilimitada de trabajo y con una vivísima inquietud por hacer el bien.

El amor al prójimo lo adquirió nuestro Santo en los monasterios de San Millán y de Valvanera, así como en el San Felices de los Montes de Oca. En todos estos centros, además de una buena dosis de espiritualidad se empapó Domingo de lo que hoy llamamos profesionalidad y del aprendizaje de unos saberes que harían de él un buen ingeniero, un notable arquitecto y un excelente constructor.

Viendo los escollos que pasaban los peregrinos que iban de toda Europa a visitar el Sepulcro de Santiago en Compostela, construyó camino hizo un puente en Logroño, otro sobre el Oja, y su gran obra, un albergue- Hospital para peregrinos, que enseguida atrajo hacia este paso del río a todos los caminantes. Se constituyó enseguida un pequeño burgo que a su muerte tomó el nombre de su fundador, Santo Domingo de la Calzada.

Todo lo hizo de forma esforzada, santificándose con un trabajo manual y creativo, ayudando a los peregrinos que viajaban solos o en pequeñas cofradías, sobre todo a los desarrapados, a los desposeídos, dándoles “LUZ EN EL CAMINO”.

 

Invasión de Pedro I

Pedro I tras vencer en la segunda batalla de Nájera se encaminó hasta esta Ciudad para pasar a cuchillo a todos sus vecinos por haber jurado fidelidad a su hermanastro Enrique II. Enterado de esa noticia el pueblo, temeroso, acudió a orar al Sepulcro del Santo. Se oyó entonces un gran ruido y vieron salir del Sepulcro dos manos. En ese preciso momento el rey y todo su ejército se quedaron ciegos. Ese hecho milagroso motivó que el monarca pidiese clemencia, depusiese su actitud y prometiese edificar un fabuloso recinto amurallado, debido al cual recuperó la vista.

Episodio del Pastor

Un hombre arrodillado que tras ser castigado duramente por  Dios a petición del Santo le pide a éste su perdón. Si bien sus hagiógrafos no nos aclaran si sanó o no sus males, nos explica bien el motivo que desencadenó este acontecimiento. El hombre “tullido de ambas piernas, jorobado, sordo y totalmente sin pelo” era un pastor que a pesar de las continuas advertencias y buenas palabras del Santo se dedicaba asiduamente a destrozar la huerta que Santo Domingo tenía para su sustento y atención del Hospital metiendo en ella sus ovejas.

Santo Domingo - PeregrinosSanto Domingo - Peregrinos

Episodio del pasaje de los peregrinos

Unos peregrinos alojados en el hospital del Santo insultan, apalean y arrojan al fuego tras considerar que no los ha atendido correctamente. A continuación Domingo se levantó y les sirvió mansamente. Al día siguiente los peregrinos iniciaron  el camino, pero cerca del puente se pelearon matándose mutuamente. Un perro que había presenciado lo acaecido la jornada anterior, arrancó la mano del que había empujado al fuego al Santo y se llevó a éste, que estaba rezando, para comprobase que sus agresores habían recibido el castigo que merecían por su reproblable acto.

Milagro de la rueda

Un peregrino dormido junto al camino es atropellado por la rueda de un carro tirado por dos novillos y que estaba cargado de piedras para la construcción del puente el peregrino. Entonces es resucitado por intercesión del Santo.

Santo Domingo - Rueda

 

Hoy Domingo, nacido español en el siglo XI, es igualmente europeo merced a la fuerza expansiva del Camino, a través de su arte y de su literatura.

Patrón de los ingenieros, Domingo de la Calzada simboliza la constancia, pétrea como su puente.

 

 

 

 

Este trabajo fue premiado en el XIV Certamen de Exaltación de Valores Riojanos, Logroño, 1968.

APUNTES PARA LA BIOGRAFÍA DE
SANTO DOMINGO DE LA CALZADA
Agustín Ubieto Arteta

BERCEO
IER
NÚMERO 82
LOGROÑO 1972

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