HIJOS DE UN DIVORCIO (I)

   Un día de la semana pasada, estaba yo realmente cansada y decidí sentarme en el sofa a ver la televisión. Encontré una película en la que un hombre formulaba una promesa – a modo de voto – ante su ex mujer. La escena transcurria frente al mar, la hija de ambos ocupaba el lugar del celebrante durante una boda, y la segunda esposa del protagonista – cámara en mano – hacía las veces de reprotera gráfica.
Hijos de padres divociados

Aquel hombre decía: “porque eres la madre de mi hija, te quiero y siempre serás muy importante en mi vida”. La ex esposa le respondía con las mismas palabras: “porque eres el padre de mi hija, te quiero y siempre serás importante en mi vida”. La esposa actual de aquel señor hizo dos fotos para inmortalizar el momento. En la segunda se incluyó a sí misma como parte de la familia.

La película – que sólo vi terminar y que relataba la batalla destructiva librada por los dos ex esposos tras su divorcio, así como su ulterior reconciliación por bien de la hija – terminaba diciendo: “en EE.UU, cada año, más de un millón de niños sufre el divorcio de sus padres…”

Se me heló la sangre. ¡Más de un millón de niños! ¡Sólo en Norte América! ¿Cuántos niños sufren el divorcio de sus padres en el mundo al día?

Las series y las películas que se hacen para la televisión en EE.UU plantean temas que el cine elude para evitar problemas de recaudación en taquilla. Esta circunstancia, unida al extraordinario dinamismo de la industria televisiva y al culto que recibe la libertad de expresión en ese país, permite que cualquier problema, conflicto, sueño o sensibilidad latente en la sociedad americana “entre” – vía televisión – en todos los hogares del tercer país más habitado del mundo, y faculte a los americanos para elaborar un juicio personal menos sectario.

La gente que no milita en política ni trabaja como abogado matrimonialista, considera que el divorcio y el aborto son ya dos grandes problemas. Por eso no escapan al escrutinio de los guionistas.

Yo ya conocía la verdadera cara del divorcio, y no es la satisfacción de ejercer el “derecho a maniobrar con libertad respecto a los propios sentimientos”, sino el dolor inmenso que produce y la vertiginosa transformación de la estructura social que acarrea. Pero la enormidad del dato aportado en la película me espoleó.

La humanidad ha logado maravillosos éxitos. Uno de ellos es el consenso alcanzado al formular los derechos humanos. Los derechos fundamentales tienen como meta promover la vida humana, desarrollarla plenamente, dotarla de libertad creativa (no sólo de maniobra) y de pleno sentido. Su meta es la vida, no la muerte; unir, no escindir; la rectitud ética, no la corrupción o el desenfreno destructor; extender la justicia, no institucionalizar las prácticas abusivas. Por esta razón existe el derecho a la vida y a la familia pero no el “derecho al aborto” o “al divorcio”.

El impacto que el divorcio está produciendo en la sociedad actual es brutal. Se está provocando una vertiginosa transformación de la familia que nos lleva a un futuro inmediato donde la estructura social se habrá modificado significativamente. Este cambio, ¿es a mejor?

En los artículos que seguirán a este me gustaría reflexionar con ustedes sobre algunos datos relativos al divorcio. Mi objetivo no será convencerles de lo que ya saben (que el divorcio no es una buena opción) sino ayudarles a comprometerse activamente en la difusión de un modelo de familia que no causa dolor, sino que alcanza grandes cuotas de felicidad.

Dos años después del divorcio de sus padres, muchos niños se han adaptado a su nueva vida y su desempeño escolar y social es bueno. Sin embargo, sólo un 45% de los niños supera satisfactoriamente el divorcio de sus padres, y el 25% de los jóvenes provenientes de familias divorciadas presentan serios problemas en su desempeño social o emocional, frente al 10% de los que provienen de familias intactas también. (Datos publicados por el psicólogo estadounidense Mavis Hetherington)

 

 MARTACM

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