Homosexualidad (V): LOBBY GAY

(HOMOSEXUALIDAD – V)

El Papa NO ha retirado la invitación que la Iglesia hace – también a estas personas – para vivir en castidad. Cuando dijo aquello de “si una persona es gay, y busca al Señor, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?” (Francisco, a los periodistas en el avión de regreso a Roma tras la JMJ Brasil 2013), en realidad, nos recordaba que Dios es el único capaz de juzgar el corazón del hombre sin riesgo de condenar a inocentes.

Fiesta del orgullo gay, Madrid 2013
Fiesta del orgullo gay, Madrid 2013

Justo antes de pronunciar esas palabras había dicho: “se debe distinguir entre el hecho de ser gay y el hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno” (Ib).
La actividad lobista consiste en negociar y presionar (“convencer” le dicen ellos) para conseguir que se aprueben leyes favorables a una agrupación concreta – casi siempre de empresas -, y que no se aprueben o se modifiquen las que le perjudican.
Si consideramos el tráfico de capital e influencias al que da lugar esta actividad (corrupción a la postre), los eufemismos, medias verdades y falsedades reiteradas que se difunden para enmascarar ciertas realidades, la voracidad de los intereses particulares que mueven los hilos del lobby, la opacidad pretendida y su consigna de que “cualquier medio es bueno si sirve a la consecución de mi objetivo”, resulta evidente que casi todos los lobbies (por no decir todos) son perversos.
En concreto, la acción del lobby gay no da respuesta a los anhelos profundos de los homosexuales (identidad, proyecto de vida, etc.). Los debates televisivos que promueve, las fiestas del orgullo gay, la erotización de la publicidad en general, las campañas anticonceptivas, la iniciación precoz de los jóvenes en la sexualidad, las reivindicaciones relativas al cambio de sexo, el matrimonio o la adopción, sirven en realidad al interés del poder político y de ciertas empresas.
La inmensa mayoría de los homosexuales no quiere adoptar. Tampoco quieren comprometerse a vivir la fidelidad, en exclusiva, con su pareja. De hecho, aunque algunas parejas con este perfil (escasas) conviven desde hace más de 20 años, en llegando el fin de semana se arreglan y salen a divertirse buscando relaciones sexuales por separado.
Este lobby recurre al relativismo ideológico y moral para hacerse un hueco en la opinión pública (mi idea es tan válida como la tuya), logra fundamentar sus derechos apelando tanto a la condición homosexual (hoy aplaudida), como en la libertad sexual absoluta (verdadera quimera), y se empeña en presentar a la Iglesia Católica como contraria a los homosexuales, lo que provoca que muchos artistas gays, produzcan obras que caen directamente en la blasfemia, y que buena parte de la comunidad homosexual incurra continuamente en la provocación agresiva.
En contraposición a esta forma de proceder, Dios invita a afrontar la realidad con honestidad (¿de qué sirve engañarse?). Siguiendo esta enseñanza divina, la Iglesia Católica nunca ha dicho que las personas homosexuales sean pecadoras por ser homosexuales; diferencia claramente entre el ser y el hacer, lo que equivale a reconocer la existencia de la libertad humana; mantiene imperecedera su invitación a buscar la verdad; combate la ignorancia y la injusticia sin promover la lucha de sexos ni de ningún otro tipo; fomenta una moral social basada en valores fundamentales y – cosa realmente esperanzadora – admite muchos caminos hacia la santidad, muchas vocaciones.

Palabras de una mujer que revolucionó las redes sociales el año pasado, cuando contó, en los blogs de CatholicsSistas.com, su testimonio de “lesbiana, casta pero no célibe, con marido e hijos y felizmente católica”: La homosexualidad es una patología compleja que tiene causas biológicas (1) psicológicas y espirituales. Sólo Dios sabe cuánto, por qué y cómo una persona experimenta atracción por el mismo sexo (AMS)”
“Es difícil encontrar hoy una persona que no esté herida en un aspecto u otro de su sexualidad. Pero para curarnos, primero hemos de admitir que estamos enfermos. La mayoría, incluso entre católicos, no quiere admitir que la AMS es un desorden. En el pasado, los que sufrían esta aflicción eran víctimas de prejuicios y violencia. Ahora nuestros pecados se aplauden como si fueran una expresión de nuestro yo más auténtico. Pocos saben ofrecer la verdad con amor, como Jesús hacía. (Religión En Libertad, 17 de abril de 2012)

(1) – No está demostrada ni la predeterminación biológica, ni la existencia del gen gay.

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