(HOMOSEXUALIDAD – VI)
Rubén García es un mejicano, huérfano de padre, que se crió con sus tíos mientras su madre trabajaba para afrontar los gastos de su pequeña familia. Los tíos eran católicos y le proporcionaron una niñez feliz, sana, y cercana a Dios. Empezaron a gustarle los niños desde los diez años.
Quiso ser sacerdote, pero su madre le dijo que prefería verle casado y con hijos. La decepción de no verse apoyado en la decisión de entrar en el seminario, el conflicto interno que le planteaba su homosexualidad, y el hecho de que sus tíos se fueran a vivir a los Ángeles (EE.UU), le convirtieron en un joven muy protestón, desconsiderado y desobediente con su madre.
A los 15 años se marchó de casa y buscó trabajo en un bar frecuentado por homosexuales y prostitutas. Allí inició su transformación: maquillaje, ropa provocativa, múltiples parejas homosexuales, consumo habitual de pornografía y prostitución.
Cuando iba a iniciar la terapia hormonal, otro gay le aconsejó ir a un centro de prostitución donde podría ganar mucho dinero para completar rápidamente su tratamiento pero – cosas de Dios que, según Rubén, cuidaba su cuerpo en medio de todo –, aunque había decidido irse a ese lupanar en Cuernavaca (Méjico), acabó en Los Ángeles. Allí se sumergió en la cultura y el ambiente homosexual más elitistas (discotecas, viajes, los hombres más guapos, dinero, etc.)
Cada vez que Rubén regresaba a la tranquilidad de su casa, le daba por pensar. Aunque vivía un festín sensual diario, no era feliz. Un día se acercó a una iglesia, le confesó su vida y su angustia a un sacerdote y éste le recomendó que se hiciera la prueba del SIDA. En quince días supo que era seropositivo. Desesperado, corrió hasta una Iglesia y, de rodillas ante un crucifijo enorme, para estupor de los presentes, le gritaba una y otra vez: “¿para qué vivir, luchar o soñar? Estoy enfermo y pronto moriré”.
La idea del suicidio se fue apoderando de él y, una vez en su casa, cuando enfrentó la decisión de ponerle fin a todo, escuchó la voz de Jesús en su corazón que le decía: “hay mucho por lo que vivir, mucho que disfrutar, tengo grandes y maravillosas cosas reservadas para ti”.
Gracias a esa experiencia, empezó a retirarse del ambiente gay y se acercó a los grupos cristianos de renovación carismática, donde acabó predicando en retiros y campamentos de crecimiento espiritual sobre su experiencia con el SIDA. Cuando se supo que era homosexual, muchos le rechazaron.
Este repudio de la comunidad cristiana, provocó en Rubén una crisis de fe importante: “¿de qué me sirve entregarme a ti, Señor, si todos me rechazan en tu Iglesia?”. Se alejó de la comunidad cristiana y de nuevo quiso morir.
En el momento de mayor desesperación, volvió a escuchar la voz de Jesús en su corazón: “mi pequeño, ellos son lo que te juzgan y condenan. Yo no. Yo te quiero, voy en una cruz porque te amo.” Tomar conciencia del amor incondicional de Dios y de la posibilidad de ser instrumento de su amor y salvación, dio un nuevo sentido a la vida de Rubén. Actualmente vive su condición homosexual en castidad como miembro activo de Courage Latino, reconoce seguir luchando con su homosexualidad día a día y afirma no consumir pornografía desde hace ya siete años.
Courage Internacional fue fundado en 1980 por el Padre John Harvey en la archidiócesis de Nueva York.
Es un apostolado de la Iglesia Católica para brindar atención espiritual a las personas que viven una condición de atracción al mismo sexo (AMS) y que buscan vivir en castidad mientras encuentran un sentido a su vida. Esta organización está reconocida por el Pontificio Consejo para la Familia de la Santa Sede.
Courge Latino fue fundado en el año 2002 por el P. Buenaventura Wainwright, sacerdote benedictino de la diócesis de Cuernavaca, es el brazo hispano de Courage International y goza del reconocimiento de la Conferencia Episcopal Mexicana