Inicio Foros Formación cofrade Santoral 16/04/2020 San Optato y sus diecisiete compañeros, mártires.

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    Santos: Engracia, virgen y mártir; 18 mártires de Zaragoza: Optato, Luperco, Suceso, Marcial, Urbano, Julia, Quintiliano, Publio, Frontón, Félix, Ceciliano, Evencio, Primitivo, Apodemo y Saturnino; Benito José Labre, Joaquín, Dragón, confesores; Toribio de Liébana, Fructuoso, Paterno, obispos; Lamberto, Calixto, Cayo, Cremencio, Carisio, Irene, Leónidas, Baudilio, Urbano, mártires; Magno, conde; María Bernarda Soubirous, virgen.

    San Optato y sus diecisiete compañeros, mártires.

    Aunque Optato y sus diecisiete compañeros, la virgen Engracia y Cayo y Cremencio pertenecen al mismo conjunto, el tipo de organización del Martirologio Romano actual exige tres entradas separadas, por lo que los reunimos nuevamente en la hagiografía de conjunto, ya que en definitiva el conocimiento de estas gestas proviene por entero del poema de Prudencio.

    El poeta Prudencio afirmaba con orgullo que en ninguna población de España hubo tantos mártires como en su ciudad natal de Zaragoza. Durante la persecución de Diocleciano, san Optato murió por Cristo con otros diecisiete compañeros, el año 304, bajo el gobernador Daciano. Prudencio, que escribió un poema sobre el triunfo de estos mártires, cita sus nombres; entre ellos había cuatro que se llamaban Saturnino. Aunque ignoramos el género de muerte que padecieron, sabemos que dos de ellos, Cayo y Cremencio, sucumbieron a resultas de las heridas que recibieron en la tortura.

    En el mismo largo poema Prudencio habla de la virgen Encratis (o Engracia) con mayor detenimiento. Se trataba, indudablemente, de una mujer de gran valor, como lo demuestra su enérgico testimonio de la fe; pero Prudencio no nos dice qué fue exactamente lo que le mereció el título de «virgo violenta» («doncella enérgica») y qué fue lo que provocó el furor de los perseguidores, quienes la sometieron a las más crueles torturas. Después de la flagelación acostumbrada, los verdugos la desgarraron con garfios de hierro, le cortaron el pecho izquierdo y la desentrañaron. El poeta cuenta que él vio las reliquias de la santa en una de las iglesias de Zaragoza. Después de la tortura, los verdugos condujeron a Encratis nuevamente a la prisión, pero el gobernador no quiso dejarla morir en paz. Sin embargo, la santa tenía tal vitalidad, que parece haber sobrevivido a la persecución, pues Prudencio habla de su casa como de un santuario viviente. No sabemos si el martirio de Encratis tuvo lugar durante la persecución de Diocleciano. La vívida descripción de Prudencio hace pensar que la santa vivió en una época mucho más cercana a la del poeta:

    A ninguno de los mártires aconteció

    que habitara en nuestras tierras quedando aún en vida;

    tú eres la única que permaneces en el mundo,

    sobreviviendo a tu propia muerte.

    Hemos visto parte de tu hígado arrancado

    y apresado aún a lo lejos en las tenazas comprimidas,

    ya tiene la muerte pálida algo de tu cuerpo,

    aun cuando estás viva.

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