Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Evangelio 25/12/2020 Solemnidad de la Natividad del Señor.

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    Evangelio Natividad del Señor, Misa de Nochebuena (Gallo)

    «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor»

    Lectura del santo evangelio según San Lucas

    En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.

    Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.

    También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

    En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.

    Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

    El ángel les dijo:

    «No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

    De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:

    «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».

    Palabra del Señor.

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    Evangelio Misa de la Natividad del Señor

    «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.»

    Lectura del santo Evangelio según San Juan

    En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y dl Verbo era Dios.

    Él estaba en el principio junto a Dios.

    Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

    En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

    Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

    Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

    No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

    El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

    En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no la conoció.

    Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.

    Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

    Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

    Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

    Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».

    Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

    Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.

    A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

    Palabra del Señor.

    #19165
    Anónimo
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    Los comentarios al Evangelio de la Natividad del Señor.

    NAVIDAD DIFERENTE

    Misa de medianoche

    Os ha nacido un Salvador.

    La Navidad es mucho más que todo ese ambiente superficial y manipulado que se respira estos días en nuestras calles. Una fiesta mucho más honda y gozosa que todos los artilugios de nuestra sociedad de consumo.

    Los creyentes tenemos que recuperar de nuevo el corazón de esta fiesta y descubrir detrás de tanta superficialidad y aturdimiento, el misterio que da origen a nuestra alegría. Tenemos que aprender a «celebrar» la Navidad. No todos saben lo que es celebrar. No todos saben lo que es abrir el corazón a la alegría.

    Y, sin embargo, no entenderemos la Navidad si no sabemos hacer silencio en nuestro corazón, abrir nuestra alma al misterio de un Dios que se nos acerca, reconciliamos con la vida que se nos ofrece, y saborear la fiesta de la llegada de un Dios Amigo.

    En medio de nuestro vivir diario, a veces tan aburrido, apagado y triste, se nos invita a la alegría. «No puede haber tristeza cuando nace la vida» (S. León Magno). No se trata de una alegría insulsa y superficial. La alegría de quienes están alegres sin saber por qué. «Nosotros tenemos motivos para el jubilo radiante, para la alegría plena y para la fiesta solemne: Dios se ha hecho hombre, y ha venido a habitar entre nosotros» (L. Boff). Hay una alegría que sólo la pueden disfrutar quienes se abren a la cercanía de Dios, y se dejan coger por su ternura.

    Una alegría que nos libera de miedos, desconfianzas e inhibiciones ante Dios. ¿Cómo temer a un Dios que se nos acerca como niño? ¿Cómo huir ante quien se nos ofrece como un pequeño frágil e indefenso? Dios no ha venido armado de poder para imponerse a los hombres. Se nos ha acercado en la ternura de un niño a quien podemos hacer sonreír o llorar.

    Dios no puede ser ya el Ser Omnipotente y Poderoso que nosotros sospechamos, encerrado en la seriedad y el misterio de un mundo inaccesible. Dios es este niño entregado cariñosamente a la humanidad, este pequeño que busca nuestra mirada para alegrarnos con su sonrisa.

    El hecho de que Dios se haya hecho niño, dice mucho más de cómo es Dios, que todas nuestras cavilaciones y especulaciones sobre su misterio. Si supiéramos detenernos en silencio ante este Niño y acoger desde el fondo de nuestro ser toda la cercanía y la ternura de Dios, quizás entenderíamos por que el corazón de un creyente debe estar transido de una alegría diferente estos días de Navidad.

    (Misa del día)

    LA ALEGRIA DE CREER

    Os traigo la gran alegría para todo el pueblo.

    Muchas personas se han ido alejando de la fe porque nunca han logrado experimentar que podía ser para ellos fuente de felicidad. Al contrario, siempre han sentido la religión como estorbo y limitación.

    En su conciencia ha quedado el recuerdo de una religión legalista y rígida que tiene muy poco que ver con la felicidad que ellos buscan. Por otra parte, su relación con Dios ha sido tan ritual e impersonal que difícilmente podía despertar alegría alguna en su interior.

    Hoy, alejados de toda experiencia religiosa, y respirando un ambiente social que presenta casi siempre la religión como algo negativo y molesto para la humanidad, estas personas sólo sienten desconfianza ante lo religioso. No creen que la fe les pueda aportar nada importante para sentirse mejor.

    Buscan la felicidad por diferentes caminos; a veces sienten que es fácil quedar atrapado en «una red de satisfacciones falsas y superficiales»; se esfuerzan por encontrar una felicidad digna, pero prescinden de Dios, pues no creen que pueda ser para ellos algo bueno.

    Hace unos años, el escritor francés P. du Ruffray hacía esta afirmación: «La humanidad es hoy un enorme orfanato en el que millones de individuos se consideran sin creador, sin redentor y sin padre. ¿Sufren por ello? Algunos sí. Pero la mayoría son como pájaros cuyas alas están cortadas desde el nacimiento. Están hechos para volar, pero no lo saben.»

    Sin embargo, la religión responde a ese deseo fundamental de felicidad que se encierra en el ser humano. Y si no se capta el vínculo que hay entre fe y felicidad, quiere decir que esa fe es todavía superficial o mediocre, y no ha desarrollado todavía en la persona toda su fuerza sanadora y liberadora.

    La experiencia del verdadero creyente que, a pesar de su debilidad y pecado, busca a Dios con corazón sincero, es muy diferente. Conoce, como todos los hombres, gozos y alegrías diferentes, pero conoce además el placer de estar con Dios, la dicha de sentirse perdonado de manera total, el gusto de vivir la vida desde su raíz.

    Esta dicha no se fundamenta sólo en la promesa de una vida eterna. Es algo que, en cierto modo, se puede verificar ya desde ahora. ¿No es verdad que experimentamos una alegría más profunda siempre que vamos más allá de nuestro habitual egoísmo? ¿No es verdad que, cuando la persona se esfuerza por ser fiel a Dios y a su conciencia, llega a conocer lo que es el «placer de ser bueno»? ¿No es verdad que quien vive celebrando la creación como obra de Dios experimenta la vida con hondura diferente?

    Hoy celebramos los cristianos la Navidad. Para muchos será una fiesta superficial y yana. Para quienes se sienten creyentes en el fondo de su corazón, será una fiesta gozosa que les recuerda que pueden contar siempre con un Dios cercano que sólo busca nuestro bien.

    José Antonio Pagola

    La luz brilla en las tinieblas

    Es cierto que la Navidad es una fiesta muy estropeada en nuestros días. Sin embargo, también hoy es posible vivir su verdadero contenido. Para ello es necesario -eso sí- reaccionar ante tanta frivolidad y atreverse a vivir estos días de manera diferente.

    Lo primero es recuperar el origen auténtico de estas fiestas. Disfruta, descansa, celebra…, pero recuerda lo que festejamos: Dios no es ese ser distante y temible que a veces te imaginas. El verdadero Dios nos muestra su rostro en ese niño débil y vulnerable que sólo irradia paz y ternura. Alégrate y mucho estos días porque Dios es más cercano, más bueno y más entrañable que todas las imágenes tristes que tienes de él.

    Probablemente estás ya enviando tus felicitaciones navideñas a los familiares, amigos y conocidos de siempre. Es bueno que quieras la felicidad de los que te rodean, pero puedes felicitar también a personas que no recibirán felicitación alguna o a alguien que este año vivirá una Navidad triste, pues recordará al ser querido ausente o perdido no hace mucho.

    Las Navidades son días de buenos deseos e intercambio de regalos. Ten algún detalle con tus seres queridos, pero recuerda también a quienes estos días sentirán con más crudeza su soledad, su vejez, su enfermedad o su miseria. ¿Por qué este año no te sales de tu círculo de familiares y amigos y tienes un detalle con quienes realmente lo necesitan?

    Es obligado estos días cuidar más el encuentro familiar y el clima hogareño de estas fiestas. No lo hagas por cumplimiento. Estrecha los lazos con los tuyos y busca el acercamiento y la reconciliación con aquellos de quienes te has distanciado.

    Pronto comenzaremos el año con la mentira de siempre: «Año Nuevo, vida nueva». No es fácil renovar y cambiar nuestra trayectoria. Pero estrenas un año nuevo y siempre es posible el deseo de algo mejor. ¿Por qué no concretas estos días algo que puedes cambiar o mejorar este año?

    Si tienes ya cierta edad, no te resultará fácil disfrutar del contenido entrañable de estas fiestas. Sólo lo conocerás si despiertas al niño que hay escondido en algún rincón de tu corazón. No te reprimas, acércate al portal de Belén y rézale al Niño Dios. No estás tan distanciado como parece.

    José Antonio Pagola

    ALEGRIA PARA EL PUEBLO

    Hay cosas que sólo la gente sencilla sabe captar. Verdades que sólo el pueblo es capaz de intuir. Alegrías que solamente los pobres pueden disfrutar.

    Así es el nacimiento del Salvador en Belén. La gran alegría para todo el pueblo. No algo para ricos y gente pudiente. Un acontecimiento que sólo los cultos y sabios puedan entender. Algo reservado a minorías selectas. Es un acontecimiento popular. Una alegría para todo el pueblo.

    Más aún. Son unos pobres pastores, considerados en la sociedad judía como gente poco honrada, marginados por muchos como pecadores, los únicos que están despiertos para escuchar la noticia.

    Hoy también es así, aunque, con frecuencia, las clases más pobres y marginadas hayan quedado muy distantes de nuestra Iglesia.

    Dios es gratuito, y es acogido más fácilmente por el pueblo pobre que por aquéllos que piensan poder adquirirlo todo con dinero.

    Dios es sencillo, y está más cerca del pueblo sencillo y simple que de aquéllos cuyas energías, esfuerzos y trabajos están obsesivamente dirigidos a tener siempre más.

    Dios es bueno, y le entienden mejor los que saben quererse como hermanos que aquéllos que viven egoístamente, tratando de estrujarle a la vida toda clase de felicidad.

    Hoy sigue siendo verdad lo que insinúa el relato de la primera Navidad. Los pobres tienen un corazón más abierto al evangelio que aquellos que viven satisfechos. Su corazón encierra una «sensibilidad hacia el evangelio» que en los ricos ha quedado, con frecuencia, como atrofiada.

    Tienen razón los místicos cuando nos dicen que para acoger a Dios es necesario «vaciarnos», «despojarnos» y «volvernos pobres».

    Mientras vivamos buscando únicamente la satisfacción de todos nuestros deseos, ajenos al sufrimiento ajeno, conoceremos distintos grados de excitación, pero no la alegría que se anuncia a los pastores de Belén.

    Mientras sigamos alentando nuestros deseos de posesión, no se podrá cantar entre nosotros la paz que se entonó en Belén: «La idea de que se puede fomentar la paz mientras se alientan los esfuerzos de posesión y lucro es una ilusión».

    Tendremos cada vez más cosas para disfrutar, pero no llenarán nuestro vacío interior, nuestro aburrimiento y soledad.

    Alcanzaremos logros cada vez más notables, pero crecerá entre nosotros la rivalidad, el antagonismo y la lucha despiadada.

    José Antonio Pagola

    EL ROSTRO HUMANO DE DIOS

    El cuarto evangelio comienza con un prólogo muy especial. Es una especie de himno que, desde los primeros siglos, ayudó decisivamente a los cristianos a ahondar en el misterio encerrado en Jesús. Si lo escuchamos con fe sencilla, también hoy nos puede ayudar a creer en Jesús de manera más profunda. Solo nos detenemos en algunas afirmaciones centrales.

    «La Palabra de Dios se ha hecho carne». Dios no es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.

    Dios no se nos ha comunicado por medio de conceptos y doctrinas sublimes que solo pueden entender los doctos. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

    Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús. Para conocerlo, no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús, comulgar con él.

    «A Dios nadie lo ha visto jamás». Los profetas, los sacerdotes, los maestros de la ley hablaban mucho de Dios, pero ninguno había visto su rostro. Lo mismo sucede hoy entre nosotros: en la Iglesia hablamos mucho de Dios, pero nadie lo hemos visto. Solo Jesús, «el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer».

    No lo hemos de olvidar. Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. ¡Cuántas ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender y olvidar para dejarnos atraer y seducir por ese Dios que se nos revela en Jesús!

    Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más simple y más claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdemos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela «la gracia y la verdad» de Dios.

    José Antonio Pagola

    Tambien el de Kamiano

    UN DIOS CERCANO

    Navidad, historia y presente de nacimiento en pobreza y marginalidad, sin focos ni almohadas. Penumbra iluminada por la Estrella y por los que brillan con corazón generoso y humilde.

    Navidad, historia de una familia peregrina, indocumentada e inmigrante. Perseguidos huyen a Egipto. Perseguidos, refugiados de hoy intentan encontrar un hogar, aunque en tantas ocasiones son rechazados.

    Navidad, tiempo para soñar, para ser hermanos, para acoger, que es la primera lección que recibimos.

    Navidad, tiempo para creer. Dios revoluciona nuestros pensamientos, teologías y planes. Vivimos también a la intemperie, porque quién no puede sentirse pobre, o enfermo, o limitado… Navidad nos recuerda que vivir es milagro y que acoger es el mayor milagro del ser humano.

    ¡Gracias, Familia de Nazaret, por enseñarnos a amar!

    ¡Feliz y comprometida Navidad!

    Texto: Fernando Cordero sscc

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    Dibujos: Patxi Velasco FANO

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