Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Evangelio domingo 29/11/2020 1º de Tiempo Adviento Ciclo B

  • Este debate está vacío.
Viendo 2 entradas - de la 1 a la 2 (de un total de 2)
  • Autor
    Entradas
  • #17472
    Anónimo
    Inactivo

    «Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa»

    Lectura del santo Evangelio según San Marcos

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

    «Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.

    Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.

    Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

    Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

    Palabra del Señor.

    #19157
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio.

    SIEMPRE ES POSIBLE REACCIONAR

    No siempre es la desesperación la que destruye en nosotros la esperanza y el deseo de seguir caminando día a día llenos de vida. Al contrario, se podría decir que la esperanza se va diluyendo en nosotros casi siempre de manera silenciosa y apenas perceptible.

    Tal vez sin darnos cuenta, nuestra vida va perdiendo color e intensidad. Poco a poco parece que todo empieza a ser pesado y aburrido. Vamos haciendo más o menos lo que tenemos que hacer, pero la vida no nos «llena».

    Un día comprobamos que la verdadera alegría ha ido desapareciendo de nuestro corazón. Ya no somos capaces de saborear lo bueno, lo bello y grande que hay en la existencia.

    Poco a poco todo se nos ha ido complicando. Quizá ya no esperamos gran cosa de la vida ni de nadie. Ya no creemos ni siquiera en nosotros mismos. Todo nos parece inútil y sin apenas sentido.

    La amargura y el mal humor se apoderan de nosotros cada vez con más facilidad. Ya no cantamos. De nuestros labios no salen sino sonrisas forzadas. Hace tiempo que no acertamos a rezar.

    Quizá comprobamos con tristeza que nuestro corazón se ha ido endureciendo y hoy apenas queremos de verdad a nadie. Incapaces de acoger y escuchar a quienes encontramos día a día en nuestro camino, solo sabemos quejamos, condenar y descalificar.

    Poco a poco hemos ido cayendo en el escepticismo, la indiferencia o «la pereza total». Cada vez con menos fuerzas para todo lo que exija verdadero esfuerzo y superación, ya no queremos correr nuevos riesgos. No merece la pena. Preocupados por muchas cosas que nos parecían importantes, la vida se nos ha ido escapando. Hemos envejecido interiormente y algo está a punto de morir dentro de nosotros. ¿Qué podemos hacer?

    Lo primero es despertar y abrir los ojos. Todos esos síntomas son indicio claro de que tenemos la vida mal planteada. Ese malestar que sentimos es la llamada de alarma que ha comenzado a sonar dentro de nosotros.

    Nada está perdido. No podemos de pronto sentirnos bien con nosotros mismos, pero podemos reaccionar. Hemos de preguntarnos qué es lo que hemos descuidado hasta ahora, qué es lo que tenemos que cambiar, a qué tenemos que dedicar más atención y más tiempo. Las palabras de Jesús están dirigidas a todos: «Vigilad». Tal vez, hoy mismo hemos de tomar alguna decisión.

    José Antonio Pagola

    DESPERTAR

    Vigilad. En contra de lo que con frecuencia puede parecer, corremos el riesgo de pasarnos la vida entera embotados y adormecidos por mil intereses accidentales, extraños a nuestro mismo ser, incapaces de despertarnos al sentido más profundo de nuestra vida.

    Son muchos los hombres y mujeres que caminan por la vida sin meta ni objetivo, con el riesgo de no descubrir nunca una fuerza que los despierte de su indiferencia, su pasividad y superficialidad cotidiana.

    Es asombroso contemplar cómo el hombre puede enriquecer sus conocimientos y acrecentar su poder técnico hasta límites insospechados, sin obtener por ello un dominio mayor de su espíritu y una lucidez más penetrante sobre el misterio ultimo de la vida.

    Es triste tener que confesar que, a nivel general, nuestro conocimiento sobre vida interior, dominio de nuestros instintos, y esfuerzo serio por cultivar los valores del espíritu, son bien precarios.

    Muchos suscribirían la oscura descripción que G. Hourdin hace del hombre contemporáneo: «Las personas nos estamos haciendo incapaces de querer, de ser libres, de juzgar por una misma, de cambiar su modo de vida. Se ha convertido en el robot disciplinado que trabaja para ganar el dinero, que después disfrutará en unas vacaciones colectivas. Lee las revistas de moda, escucha las emisiones de T. V. que todo el mundo escucha. Aprende así lo que es, lo que quiere, cómo debe pensar y vivir».

    Necesitamos volver a despertar nuestra vida interior. Siguen teniendo actualidad las palabras de H.Hesse: «Cualquiera que sea el rumbo del mundo, no encontrarás médico ni ayuda, no hallarás futuro ni impulso nuevo más que en ti mismo, en tu pobre alma maltratada e indestructible».

    Los creyentes podemos añadir algo más. Nuestra alma no encontrará descanso, sosiego y alegría verdadera, mientras no acertemos a abrirnos con humildad y coraje al misterio de Dios.

    Quien trate de escuchar con fidelidad el mensaje de Jesús, es fácil que lo perciba en el fondo de su alma, como una llamada a despertar y vivir con lucidez, y como una fuerza capaz de humanizar, personalizar y dar sentido y gozo insospechado a nuestras vidas.

    Y es fácil también que, al dejarnos interpelar sinceramente por su palabra, vivamos uno de esos raros momentos en que nos sentimos despiertos en lo más hondo de nuestro ser.

    José Antonio Pagola

    UNA IGLESIA DESPIERTA

    Las primeras generaciones cristianas vivieron obsesionadas por la pronta venida de Jesús. El resucitado no podía tardar. Vivían tan atraídos por él que querían encontrarse de nuevo cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba.

    Pronto se dieron cuenta de que esta tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor. Con el tiempo, aquellas pequeñas comunidades podían caer poco a poco en la indiferencia y el olvido. Les preocupaba una cosa: «Que, al llegar, Cristo no nos encuentre dormidos».

    La vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los evangelios la repiten constantemente: «vigilad», «estad alerta», «vivid despiertos». Según Marcos, la orden de Jesús no es sólo para los discípulos que le están escuchando. «Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: Velad». No es una llamada más. La orden es para todos sus seguidores de todos los tiempos.

    Han pasado veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta orden de Jesús? ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva nuestra fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad?

    ¿No vemos que la Iglesia necesita un corazón nuevo? ¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la apatía y el autoengaño? ¿No vamos a despertar lo mejor que hay en la Iglesia? ¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos?

    ¿No hemos de recuperar el rostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y despierta? ¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No nos damos cuenta de que una Iglesia «dormida» a la que Jesucristo no seduce ni toca el corazón, es una Iglesia sin futuro, que se irá apagando y envejeciendo por falta de vida?

    ¿No sentimos la necesidad de despertar e intensificar nuestra relación con él? ¿Quién como él puede despertar nuestro cristianismo de la inmovilidad, de la inercia, del peso del pasado, de la falta de creatividad? ¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién nos dará su fuerza creadora y su vitalidad?

    José Antonio Pagola

    También el de Kamiano.

    EN VELA O ENCIENDE LA VELA

    Comenzamos el tiempo de adviento. Para buscar la luz que oriente nuestra vida, hemos de cultivar la actitud del Evangelio de Mc 13, 33-37: “Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”.

    La cosa va de prestar atención, de estar en vela, de no dormirnos ante la visita tan importante que viene, especialmente en Adviento, a nuestras vidas. ¿Qué nos impide estar despiertos? ¿Qué imposibilita que encendamos la vela de la acogida, del amor, del compartir, de la alegría, de la esperanza? ¿Quién puede encender la mecha de nuestra alma?

    Hasta que no nos pongamos en tesitura de ofrecernos al Padre, esa llama no prenderá. La oración nos ayudará, como instrumento privilegiado para ese necesario encuentro.

    ¡Ánimo! ¡Velad! ¡Encended la vela! Hasta que la gran estrella nos oriente.

    Texto: Fernando Cordero ss.cc.
    [attachment=0]03-12-2017.jpg[/attachment]
    Dibujo: Patxi Velasco Fano

Viendo 2 entradas - de la 1 a la 2 (de un total de 2)
  • Debes estar registrado para responder a este debate.